7.8.09

Vuelta de los solos


Con esta vuelta de los solos sucede algo que si bien es sabido aparece más acentuado. Sería esto: siempre festejamos y remarcamos la aparición de solos nuevos (que por cierto se agregan unos buenísimos) pero en esta vuelta es muy sorprendente la renovación de los solos ya existentes. Quizás el tamaño que adquiere la sorpresa tenga que ver con cierto temor del que partió esta vez el trabajo, ya que "los años", que son excusa de promoción mediática, también son peso histórico para sus protagonistas. Pero como podría no haber sorpresa alguna, y la hay, la vuelta me dio alegría, cosas para pensar y deseo compartir ambas cosas.
El “mantenimiento” de los solos o el “boxes”, como solemos llamarlo, es algo habitual. Allí se plantean revisaciones de cosas que están raras en pos de estímulos, pautas y comprensiones nuevas que lo viavilicen, cambien o revivifiquen. Cada una de estas intervenciones, que pueden ser incluso una charla anterior o posterior a hacerlo, van generando mutaciones en la dinámica del solo. Pero el parate de una temporada a otra da la posibilidad de intervenir más radicalmente. Allí juegan dos cosas: por un lado hay que reestimular el contacto con el material. Si no hay una variante expresiva desde la que reabordar su actuación, el solo queda planteado como una recuperación memorística, un compendio secuenciado de todas sus eficacias comprobadas. En consecuencia se ausenta el margen de incertidumbre en el que trabaja la decisión y la apuesta actoral que en actualidad descubre y produce la fluidez del proceso de hacerlo. A algunos les gusta surfear a otros nos gusta actuar. Ambos gozamos con la fluidez, con el ir vislumbrando en el caos puntos que unidos desde nosotros se hacen camino y caminante. La magia de ver que alguien avanza sobre el agua con su tabla es parecida a ver que alguien avance sobre la realidad con su ficción. Hay que renovar el oleaje.
Por otro lado, el actor que actúa el solo, habiendo adquirido la habilidad que pedía la instancia anterior, está en condiciones de emprender nuevos desafíos operacionales. Si el solo le permite ponerse a prueba de nuevo, el solo es algo que, en este aspecto, tiene sentido hacer. En esta vuelta se nos hizo muy claro el desafío que cada solo “viejo” tiene por delante. Está nueva frecuencia expresiva y operacional que se les plantea tiene como condición de posibilidad que los actores estén más fuertes y deseantes en el contacto con el público. La profundización de un solo y de cualquier actuación en general consiste en sacar todo eso que indecididamente aparece como automatismo de eficacia, síntoma de inseguridad, o, en suma, como manera indecidida de soportar el contacto con la mirada. Eso solo se saca proponiendo otra manera de jugar (otra imagen para ese cuerpo) que para hacerla posible deba apelar a operaciones en cuyo despliegue se descubra ofreciéndose de otra manera y desalojando a la manera de jugar que tenía hasta el momento. Los cambios de vestuario de algunos solos dan cuenta y acompañan un cambio más amplio en la manera en que ese cuerpo se está pudiendo vincular con su piel y la mirada.
Ya es conocida la idea de que algo tiene sentido subjetivo cuando permite cambiar. Es muy claro terminar una obra porque el desafío que se vislumbra como continuidad de mi proceso actoral no puede ser desplegado en ella. Lo que comienzo a tener ganas de hacer actuable para mí, necesita generar otra dinámica, otra obra. Y eso es algo que no siempre es posible. En este sentido “los solos” son muy generosos. Nos han permitido cambiar mucho en estos años y seguir sintiendo nervios e incertidumbre. Salir a actuar el solo es algo que objetivamente se ve osado y es muy ponderado: un actor que despliega lo suyo sin tener de donde agarrarse que no sea pegarse en los ojos y los oídos del público. Lo que nosotros sabemos es que lo que ese actor tiene de subjetivamente osado, es algo que si bien no se sabe, se persive y disfruta en energía y ficcionalidad: ese actor, allí en la tarima, está descubriendo posibilidades, está volviendo a compartir decisiones, en suma: se está cambiando. Un abrazo para los que pasaron, los que llegaron y los que estábamos. Vamos de nuevo.

7.1.09

Reflexiones sobre el trabajo

Esta es una edición y ordenamiento de las reflexiones hechas por los actores que participaron de un seminario que dicté en la Sala Beckett de Barcelona.


SOBRE EL SEMINARIO EN GENERAL

- La verdad es que me he llevado a casa una maleta llena de herramientas para trabajar y que serán muy útiles para seguir con mi trabajo de actriz y también para el de cantante. Uf,... en resumen: tengo la fantástica sensación de no haber perdido ni un sólo segundoestos días (cosa que no siempre puedo afirmar tan rotundamente). He cargado las pilashasta arriba aunque me pareció muy corto. Terminó siendo un juego. Un juego inteligente, interesante y muy divertido. Elena Martinel Vilata

- Bien, vayamos al tema. El curso, como tal. La verdad es que me pareció una buena estructura para solo los cinco días que tuvimos. El desarrollo de tu forma de ver la expresión corporal del actor pienso que llega, y que como tu dijiste, se trataba de conocer algo que no habíamos visto antes. Pues si, en estos cinco días se transmite y sales con un buen material para poder tener otro punto de vista como técnica actoral y poder utilizarla de ahora en adelante.
Como ya te comenté en la última charla, lo que a mí me ha quedado es el poder tener conciencia de uno mismo sin juzgarse!! El hecho de tomar conciencia en todo momento de lo que estamos haciendo, con nuestra cara, nuestras manos, los labios....todo gracias a estos ojos que tenemos del espectador y sabiendo que actuamos para ellos en todo momento y que tratamos de retenerlos en nosotros... A mí me abre esta nueva puerta: la de poder escucharme sin juzgarme...Gracias!! Oriol Ruiz Llovera

- Me gustó tu seminario, por lo productivo de sus herramientas, por colocar al actor/actriz en el púlpito que se merece, por dar autoconfianza, por la dimensión y dilatación de los resultados, por trabajar con una energía ingeniosa y delicada.Recuerdo en un curso Yoshi Oida como teníamos que encontrar nuestro jo-ha-kyu. He encontrado en este seminario algunas similitudes en cuanto a equilibrar la oposición entre las fuerzas que se desarrollan y las fuerzas que nos retienen, disfrutar de la fuerza que se libera y buscar nuevas resistencias.Creo que nos has dado muchas claves para trabajar con nuestra energía sobre el espacio, de sentirnos dilatados (recuerdo el trabajo sobre nuestra piel, por ejemplo) y por lo tanto de crear presencia escénica.Eisenstein podría decir lo mismo que decía sobre el teatro japonés al observar la intensidad de tu seminario: "oímos el movimiento" y "vemos el sonido". Xavi Lite

- La valoración que he hecho del curso es muy positiva. A nivel personal porque hace tiempo que no trabajo y por tanto me ha colocado la autoestima donde debe estar. Gracias. Y a nivel artístico porque nos ofreciste un nuevo camino a explorar, que potencia la riqueza de matices y el control de aquello que estamos mostrando.Al principio -las dos primeras horas- resultó complicado seguirte pero con las prácticas resultó de lo más estimulante. Los ejercicios que propusiste para potenciar la visualidad eran juego puro y duro, algo que creo que es indisociable al hecho de actuar, y que muchas veces, lamentablemente, se olvida. Para mí actuar es jugar a ser, participar con toda la carne en el asador en una situación ficticia y hacer creer al público que eso es verdad,... pero es un juego donde pasarlo bien dejando de lado las cargas psicológicas perniciosas. Actuar es como abrir la puerta del país de la maravillas, cruzarla y jugar con las normas que rigen ese mundo fantástico; eso sí, cuando acabas vuelves a salir por la misma puerta. Ton Gras


PIEL

- Me sirvió muchísimo la imagen de "trabajar con mi piel". La piel que moldea cada músculo, cada hueso de mi cuerpo para terminar adhiriéndose al público.Esto hacía que pudiera trabajar estando muy pendiente de mí misma, siempre dentro pero nunca aislada o cerrada sólo en mí, si no al mismo tiempo abierta a los estímulos que me rodean (sean mis compañeros de escena, como el público,...) siempre receptiva, en constante escucha. Esto me ha proporcionado una especie de independencia o seguridad en mis propios recursos, especialmente útil y muy buena para trabajar. Elena Martinel Vilata

- Pensar en MI PIEL me ofrecía un lugar donde concentrarme y olvidarme del resto.Poco a poco vinieron más pautas. Ya entiendo, se trata de llevar la atención a lugares que me dejan más EXPUESTA pero nunca desnuda, por que siempre tengo trabajo que hacer. Sentir MI CUERPO como LUGAR DONDE MIRAR lo que le sucede a un ser, lo aleja de mi, al mismo tiempo que me hace tomar conciencia de lo que hago con él, al mismo tiempo que me hace aprovechar mis recursos expresivos. Paula Herrando


MIRADA, COACH, “PUBLICO QUE HABLA”

- Me sirvió también mucho (y no quiero dejar de destacar) el ejercicio constante de hacer de "público que habla" e intenta ayudar o guiar al compañero que trabaja. Esto era especialmente complicado para mí, me pareció muy difícil pero a la vez me hacía ver en los demás muchas cosas de mi propio funcionamiento. Elena Martinel Vilata
- Fue excelente también el trabajo (o el intercambio) que hacías tú desde fuera.Personalmente, sentí en todo momento una total confianza en él. Así fuí notando poco a poco como pasé de dejarme llevar por unas indicaciones, a empezar a jugar con mi material y el de los demás como yo quería, disfrutándolo muchísimo. Elena Martinel Vilata

- De otro lado, y desde un punto de vista, por decirlo de una forma, externo a un mismo, también saco un par de conclusiones. La primera es el tema del coaching, y es que aunque tu dijeses que lo hiciéramos nosotros (y terminabas tu haciéndolo), tu experiencia, hacía dirigir la improvisación por caminos cojonudos y muy altos emocionalmente. Así que estos ojos externos en el momento que te dirigen, son, creo, muy importantes y marcan la diferencia. La segunda es la pareja con la que trabajas. De nuevo pienso que es también muy importante, ya que cuando buscas en el otro el desarrollo de ti mismo y el fluir en la impro, el juego que se crea depende mucho del feeling que aparece ( y está claro que como buen actor debemos alimentarnos de lo que sea que haya, no es excusa). Pero, tal y como yo le he vivido creo que el juego puede variar bastante a partir de esta variable. Oriol Ruiz Llovera

- Lo que me intereso más fue trabajar con la perspectiva que propones: la del espectador. El ser conscientes, jugar con el donde queremos que mire el espectador. Eso te da otra visión y punto de partida más sereno, y más tranquilizador. Cómo que puedes controlar y dirigir mas lo que quieres que pase y que miren… Meritxell


CONTACTO ENTRE LOS ACTORES, ESCUCHA, INTERMAODIFICACIÓN

- Partes de ti, añades la enorme ESCUCHA que te pide tu compañero y asumes la situación que entre los dos habéis creado. La escucha tiene el riesgo de quedarte vendido a la mirada de tu compañero o quedar absorto en una Falsa concentración que te hace perder la frescura e incluso la capacidad de reacción. Nada de esto ha sucedido al trabajar así. Se generaba un grado de escucha altísimo, pero era una escucha de cuerpos, de ser consecuente con lo acaba de acontecer. Aparece aquello que buscaba: PRESENTE. Paula Herrando

-De aquí destacaría también una sensación que ya comentaron algunos de mis compañeros en clase; la extraordinaria percepción que puedes tener de tus compañeros de escena, sin apenas verlos, solo con un suspiro, un movimiento pequeño de los músculos de su espalda, una respiración, un tono de voz,... todo impacta en tí y se suma a tu propio material para seguir.Confiando en esto, era más "fácil" que la cabeza no interviniera. Elena Martinel Vilata

- El trabajar con otros para alimentarse un mismo, es algo con lo que yo ya trabajaba con la técnica maysner (supongo que la conoces), así que con esto he podido seguir trabajando en la línea que a mi va bien. Pero la verdad, es que añadir este espectador, creo que me podrá ayudar a subir el nivel de atención de mi mismo en el momento de actuar. Oriol Ruiz Llovera


ORGANOS EXPRESIVOS

- Me he dado cuenta de la importancia de las manos, dedos y su relación con los ojos. Carmela Lloret

- Me pareció muy interesante la idea de concentrarnos y concientizarnos del triángulo formado por cara y manos. Creo así mismo que sería muy interesante trabajar toda la expresión de los pies de la misma forma en como se trabajan, por ejemplo, las manos. Sobre todo desde un punto de vista de entrenamiento actoral. Y subir esa energía hacia el resto del cuerpo. Xavi Lite

- El partir desde la forma, y que esto te lleve a la emoción, es otro camino que yo personalmente no estoy muy acostumbrada a hacer. Y por el contrario lo encontré más divertido. La contradicción expresiva en una misma cara, era muy fuerte. Trabajar estos pequeños matices de expresión que a su vez dan una inmensidad y lo hacen mucho más interesante para el espectador. El ser consciente que con muy poco cambio expresivo estas mostrando mucho, y que lo puedes controlar… Esto te lleva a otro punto de mira de interpretación que incluso puede ser más creativo. Y que complementado con todo, claro ya es total. Meritxell


LA VOZ

- Pensar que MI VOZ es un elemento más que AÑADE EXPRESIÓN A MI VISUALIDAD favorece a que mi voz salga desde donde estoy, evita que yo la coloque en cualquier otro sitio, por tanto no solo evita que me haga daño con ella sino que gana organicidad, riqueza, matices, me lleva a dinámicas distintas y me digo “¿esta es mi voz?”. Paula Herrando

- Capítulo aparte merece la sonoridad. Visualidad y sonoridad al unísono. El truco está en estar totalmente relajado y no pensar en lo que vas a decir. Pero siempre piensas antes de abrir la boca y aquí es donde lo pifiamos. En el curso escuche voces fantásticas, reales, que salían del estómago, incluso experimenté en mi persona momentos que dije, coño, qué de verdad. Cómo poder hacer eso con una obra o guión ya escritos sin pensar lo que tienes que decir. Lo practicaré. Ton Gras


PROCESO, RECORRIDO

- Los ejercicios eran muy claros y muy válidos para mostrarte todo el "recorrido" a seguir. Un recorrido o "camino" sin cortes, con paradas, con acelerones, pero sin cortes; siempre como tirando de un hilo. Elena Martinel Vilata

- Estar concentrada en el PROCESO evita que piense en la meta, en el final. Me parece que este es una gran hallazgo para mi. Como no pretendo, no me impongo, llegar a ningún sitio, por fin puedo disfrutar del camino. Y de nuevo aparece la sorpresa. Si decido yo donde hay que llegar, antes de empezar, siempre iré a lugares conocidos. Al encontrarme “rumbo a ninguna parte” acabo llegando o pasando por lugares nuevos, lugares sorprendentes.Para mi existe un TRIANGULO peligroso que no terminaba de organizar, respecto a desde dónde trabajar para lograr estar en PRESENTE ABSOLUTO. Desde mi, desde el otro, desde lo que sucede.Con estas pautas he logrado trabajar en ese equilibrio. Sin ningún esfuerzo estaba trabajando desde los tres sitios a la vez. Tal vez en mi próxima experiencia profesional, al no trabajar desde esta dinámica, no logre recuperar este equilibrio y tal vez alguno de los tres “desde” ande un poco cojo, pero estoy segura que con entrenamiento, o en su defecto, con la intención de que ese equilibrio perdure, poco a poco lo iré logrando. Por que creo que haberlo detectado es todo un logro. Paula Herrando


CLíNICA, PROBLEMÁTICAS INDIVIDUALES

-Llevo un tiempo tratando de llevar mi manera de encarar el trabajo a un terreno más consciente, más despreocupada, más presente, más desobediente, más verdadero, más creíble, más honesto, más teatral, más instintivo.Venía de un lugar muy responsable, muy escolar, muy frágil, muy inconsciente, por tanto muchas veces irrecuperable, muy tímido pero grande de gestualidad por miedo a no estar trabajando, y esto generaba en mi cuerpo mucha tensión que impedía que mi voz saliese.Estoy empezando a reconocer muchas cosas de mi trabajo y del trabajo que yo quiero hacer. Siento que no estoy lejos pero que tengo que ir adquiriendo las herramientas que necesito.Mi cabeza tenía sometido a mi cuerpo y por eso me acerqué a vosotros. Paula Herrando

- En cuanto a lo clínico, siempre he sentido como una dicotomía entre la Paula de cinco años y la Paula de cuarenta. Mi inercia me lleva a la de cinco años y si me esfuerzo en que salga la de cuarenta, la siento ajena, muy lejos de mi. Desde “Paris Hilton” he encontrado el lugar ideal para no ser ni la de cinco, ni la de cuarenta, sino la de veinticinco, la que soy. Con mi ingenuidad y mi madurez, con mi fragilidad y mi seguridad. “Paris” potencia mi feminidad, rasgo que poseo (aunque solo sea por las curvas que tiene mi cuerpo) y que yo trato de esconder por vergüenza, pudor o vete tu a saber porque. Paula Herrando

- A nivel más personal, el curso lo he podido aprovechar muchísimo. He sacado, aparte de lo ya comentado, un objetivo clarísimo, el control de mi energía. Darme cuenta que no me hace falta ser tan explícito ni querer explicar demasiado, ya que con mucho menos ya se transmite, confiar en que un mínimo reojo, muchas veces puede ser más poderoso que un golpe encima de la mesa! Y la verdad es que a mí esto me ha ido de maravilla, porque tengo mucha energía y entre otras cosas, en el teatro, me gusta sacarla........pero, tengo que focalizarla, y si me la quedo dentro probablemente transmita mucho más. Es por aquí en lo que me gustaría seguir adelante en tu proceso. Oriol Ruiz Llovera

- Personalmente creo que tiendo a sobreactuar y a veces me cuesta aplicar la máxima "menos es más", por eso es tan importante para mí la figura de un coach o director. Ese coach no siempre lo encontramos en los trabajos que nos ofrecen y, a veces, los directores son unos guías pésimos, ni siquiera te dicen nada. Tal vez es un error mío y debería, escucharme. Siempre he huido de "verme desde fuera", considero que no es bueno pues te cortas las alas y no te lanzas. ¿Dónde está pues el equilibrio entre la conciencia de lo que muestras y el verte desde fuera? Ton Gras

(No creo que sea un cuestión de equilibrio. Si “lo que ve de afuera” es la lectura de lo que estás mostrando para seguir el proceso, no hay problemas ya que ese es el “vuelo” y ya estás “lanzado”. Si no es así, y es una mirada cuestionadora o desacreditadora de la posibilidad del que el juego se afirme en su potencia ficcional; es una mirada de mierda).


COMPRENCIONES Y REFLECCIONES GENERALES

- La verdad emocional por encima de la verdad argumental, olvidarse de explicar el personaje o el argumento y sí lo que te está pasando a nivel emocional, más una exposición que una exhibición, el actor como pieza para hacer eficaz un juego...todo esto y más es lo que hasta ahora he sentido como clave en la actuación. Carmela Lloret

-He confirmado en otros y experimentado en mi, la potencia y la capacidad ficcional que tiene el cuerpo. Que arrastra a las emociones y a la voz. La fisicalidad de la que hablabamos. Carmela Lloret

-Ofrece una autonomía en los actores y actrices muy preciosa. Carmela Lloret

-El humor y el placer que aparece en la actuación. Personalmente me encontré siendo cómica y me sentí fantástica. Se que es una parte mía, pero el drama a veces me puede. Carmela Lloret

- A parte de todo esto, creo que a nivel general, del curso, también hemos trabajado desde lo mínimo. Has hecho que siempre fuera todo menos, que nunca hiciéramos más de lo necesario...y también me ha sorprendido. Entiendo que es una forma para trabajar tu técnica (o forma de entender la actuación), es decir, una manera desde la cual podemos subir la atención en nosotros mismos, ya que luego estando en el escenario o delante de una cámara muchas veces no estaremos actuando tal y como hemos hecho en el curso...Así pues, lo veo como un punto de partida para el trabajo a realizar durante el entrenamiento. Oriol Ruiz Llovera




PREGUNTAS y RESPUESTAS

- Entiendo que hay un imaginario actoral propio de cada cuerpo, pero, ¿quiere decir esto que siempre tiene que ser el mismo? o puede ir transformándose con el tiempo. O sea, me tengo que quedar sólo con esos personajes-historias-emociones que salen "fáciles" por mi físico.. Carmela Lloret

El imaginario expresivo de cada cuerpo es algo que a veces se presenta fácilmente y otras veces hay que destrabar porque ese cuerpo hace cosas que lo desencuentra con su imagen y las dinámicas que le convienen. En este sentido, cada cuerpo tiene ciertas condiciones dinámicas que le son favorables y que están presentes en su actuación sin que por eso los “personajes” vayan a ser los mismos. Si se va reconocer, al igual que en un pintor, un trazo particular. El tiempo y las buenas experiencias cambian o enriquecen las posibilidades expresivas de los cuerpos.

- Cuando tienes un texto, lo escribes o lo tomas prestado, ¿cómo encaras su trabajo?, desde la poética singular de cada cuerpo, desde la eficacia del procedimiento de la obra (Daulte), desde el texto... Carmela Lloret

Desde la perspectiva que trabajamos, la expresión del actor (el juego de su visualidad y sonoridad) deberán apropiarse del texto e integrarlo hasta donde más pueda al proceso de acontecimientos expresivos que hagan de las palabras a decir una necesidad de lo que se ve. Hasta donde más pueda, el texto debe aparecer en mi voz como algo que se suma a un proceso anterior y más abundante en acontecimientos que es mi visualidad. Mi voz, componiendo con mi visualidad debe ser algo que no “dice” el texto, si no, que lo “va diciendo” desde el trabajo de lo que se ve.

- ¿Puede pasar que al pensar al actor como escenario y su cuerpo dónde se produce el acontecer de la acción escénica, el público pierda el hilo de lo que se quiere contar...? Carmela Lloret

No. En todo caso se contarán algunas cosas más de la problemática subjetiva del habitante implicado en aquello que “se quiere contar”. Es tratar que en el cuerpo del actor halla acontecimientos específicos del cuerpo además de los que tiene que haber por determinación dramatúrgica. Es tratar de producir mayor humanidad, es decir, mejor actuación.

- Me pregunto si esa riqueza de matices y esa evolución "surrealista" conseguida en algunas de las improvisaciones se podrían conseguir sin la ayuda de un coach. A veces cuando empezaba la improvisación no sabía ni siquiera qué estaba proponiendo, el gesto era tan mínimo que ni siquiera era consciente de lo que estaba gestando. ¿Es una percepción de inconsciencia personal o suele ocurrir? La verdad es que con este tipo de ejercicios confías plenamente tanto en tu coach porqué es él quien ve lo que muestras, como en tu compañero de improvisación - aunque no lo veas pero sí lo sientes-. Tal vez el hecho de no verlo te ayuda a sentirlo de otra manera, otra de las experiencias gratificantes del curso: sentir más al compañero que verlo. Ton Gras

El coach (la mirada extena) es un término fundamental en la producción de recorrido expresivo. El actor es el que va capturando e inventando los efectos expresivos de lo que se va haciendo; el coach es aquel que puede ayudar a estimar y administrar lo que en ese trabajo se va haciendo perceptible. La creación es conjunta. Es cierto que la experiencia en el trabajo le va dando al actor más capacidad de lectura y decisión, pero esto nunca hace al coach innecesario todo lo contrario, el vínculo se profundiza. Que el actor deba actualmente arreglárselas bastante solo es un problema de época ligado a la pérdida de vigencia de las formas escénicas y técnicas como referencia de organización del actor y del vínculo entre este y el director. Por eso me importa que se conozcan y se vean.


REFLEXIONES A PARTIR DEL TRABAJO

- Yo casi siempre he aprendido más mirando que haciendo (soy joven y claro he mirado más que hecho, pero... aun así). Y me doy cuenta que los actores no tienen demasiado desarrollada esta capacidad. O no miran, o no ven, o se ven a ellos mismos,... cuesta que la gente tenga un ojo que sepa hacer radiografías de lo que tiene delante y me parece que esto se debería potenciar muchísimo. Tanto en la actuación, por lo que yo empiezo a ver de como eso repercute luego en la manera de encarar un nuevo trabajo, como en la manera de leer textos. En tu caso no haces un trabajo de texto, pero aquí esta muy descuidada la manera de entrar, como actor, en el texto que vas a interpretar, pero ese sería otro tema. Paula HerrandoSin embargo lo que más grato ha sido para mi, es experimentar la experiencia de sentirme completamente concentrada, asumiendo las diferentes afectividades por las que pasaba pero pudiendo cortar, salirme y volver a entrar, sin miedo a no poder recuperar el estado en el que lo dejé. Paula Herrando


- Me acuerdo en una conversación informal al aroma de un buen café, que comentaste que te sorprendía BCN por su orden y organización, pues bien, en el apartado teatral iría bien romper un poco con ese orden. Aunque hay grandes directores/as pienso que la mayoría están del lado del autor (muchas veces ellos mismos) sin llegar a experimentar grandes cosas ni a aprovecharse de la materia prima de los actores y actrices. Muchas veces lo correcto en las buenas formas (ni que tuvieran que cumplir con las reglas aristotélicas) es lo más usual. Los procesos de creación resultan a veces aburridos y monótonos. Xavi Lite

- Para mi fue, ponerme otra vez las pilas. Últimamente estoy un poco con crisis creativa. Los directores con los que trabaje últimamente no saben como trabajar con los actores y no saben mucho como sacar partido del actor. El actor tiene que ser muy autosuficiente y esto cuesta mucho, y tienes que hacer mucho esfuerzo de autoanálisis del propio trabajo. Meritxell

12.2.08

Seamos lo más cómicos que podamos

1

En la historia del arte actoral se acumulan diferentes ejemplos de actores con una cualidad especial: su actuación es generadora de la obra que actúan. Es a partir del despliegue de sus posibilidades histriónicas que se produce la ficción que protagonizan. Quizás tengamos en Chaplin el ejemplo universal y paradigmático de este tipo de actores que solemos distinguir con el nombre de “comicos”. En nuestro país, además de contar con algunos ya históricamente reconocidos como Pepe Arias, Luís Sandrini, Niní Marshall, Pepe Biondi, Alberto Olmedo y otros, también encontramos esta naturaleza actoral en muchos de los protagonistas del teatro “under” de la década del 80. Todos ellos comparten la cualidad especial que antes definíamos y ahora llamaremos “capacidad ficcional”.

Esta capacidad que constituye a los "cómicos", no esta presente en el abordaje con el que se encara el aprendizaje o participación artística de la actuación. Predomina allí una espectativa “interpretativa” . De hecho el universo de la enseñanza de la actuación suele estar centrado en las diferentes técnicas, formas y metodologías de “interpretación”. En este abordaje, los “cómicos”, son asumidos como “excepcionales” o “geniales”, pudiendo ser admirados e incorporados sus recursos, pero, a la vez, desalojada de la reflexión la que señalábamos como su cualidad y potencia específica. La ausencia de esta perspectiva se explica en la contradicción que un cómico introduce en la lógica interpretativa: por un lado, sus cuerpos han inventado su propia manera de actuar; no se ajustan a ningún método, técnica, ni forma; su actuación ha sido directamente creada desde el histrionismo de su cuerpo y se manifiesta en el despliegue de su propia ficcionalidad. Por otro lado un actor que participa de una abra haciendo este tipo de despliegue, trastoca todos los roles, jerarquías y valores que sostiene cualquier sistema interpretativo, incluso los más afirmados en la “creación actoral”.

¿Es posible un abordaje de la actuación que apele al trabajo sobre su capacidad ficcional?


2

Alberto Ure, en un ensayo llamado “Lo personal” dice algo que nos abre el camino para responder esta pregunta. Hablando de los ensayos de una de sus primeras obras desliza:

“Por primera vez entreví algo que desarrollé mas tarde: que cada actor tiene barios personajes íntegramente dibujados a la espera de la obra que los exprese y que por pudor o excesivo amor , son los que menos utiliza”.

Son muchos los pasajes de los escritos de Ure en los que afirma que el histrionismo de los actores es una capacidad que no se ajusta y ni reduce a lo que habitualmente les solicitan que actúen. Según él, la ficción actoral es una “hemorragia”, un plus o exceso que se escapa de de los sistemas y estructuras que organizan a la actuación. En este fragmento, Ure, como un antropólogo que relata la vida de la intimidad de una tribu, nos revela la existencia de una especie de poder que no llegamos a ver en sus manifestaciones habituales: personajes que aparecen “íntegramente dibujados”, preexistentes a cualquier obra, y absolutamente propios.

¿No será ésta la manera en que surge la actuación de un “cómico”?

Creemos que sí. Los cómicos son los que hacen de ese plus, exceso o juego íntimo sin destino teatral, una capacidad estimada, afirmada y manifestada en sus invenciones escénicas.

Nuestra pregunta por el abordaje ficcional ya tiene una primer respuesta: en la medida que la “capacidad ficcional” de la actuación se manifiesta inventando, esto no es algo que se pueda simplemente transmitir, quizás sí se trate de crear las condiciones para que esa invenciones sean convocadas y, en su aparición, estimadas como materia de trabajo. En este sentido la pregunta más precisa y operativa en relación a este abordaje “comico” sería:

¿Cómo se convoca a la actuación apelando directamente al histrionismo y su capacidad ficcional?

Como maestro de actuación, Ure encuentra respuestas prácticas a nuestra pregunta:

“…descartaba cualquier apelación a las técnicas, tratando de que el alumno llegara a la actuación y la reconociera sin pretender dominarla, dejándose conducir por ella fuera donde fuera”.
“Busqué, desde el comienzo, otro registro: qué personaje podía el alumno componer espontáneamente, sin esfuerzo, o el que yo veía en él y podía ayudarlo a componer”.

A este procedimiento pedagógico que nos describe, hay que estimarlo especialmente, ya que desde el abordaje habitual de la actuación, podría ser visto como un trabajo para grupos de “iniciación”, y no como la apertura que es para los que tenemos la voluntad de abordar la actuación desde su “capacidad ficcional”.

Los dos fragmentos citados dan cuenta de este abordaje: por un lado, parte de atribuirle al cuerpo capacidad de actuación, ya que la actuación “llega” sin técnicas; y por otro lado, y en función de eso, busca lo que ese cuerpo “puede” actuar. Ure nos muestra que no provee de legalidades previas al actor para que pueda actuar, sino que le pregunta a su cuerpo qué puede actuar y observa que es lo que su histrionismo responde o se le ayuda a responder.
Esta estimación y apelación a lo que un actor puede actuar inventando, es el principio de un abordaje de la actuación que habilita otro trabajo sobre el cuerpo. En este trabajo la actuación posible, espontánea, esos personajes “íntegramente dibujados”, esa manifestación de la capacidad ficcional del histrionismo de un actor, puede dejar de ser algo que aparece escapando sin utilidad de los deberes de la actuación, y comenzar a ser el material con el que el cuerpo, desde el primer segundo, comience a pensar sobre lo que va manifestando e inventando como su propia actuación.

¿Qué sería este “pensar” del actor y su cuerpo?



3

Históricamente el “intérprete” era el actor con el cuerpo estructurado en una técnica que le permitía actuar la “forma escénica” para la que fue lógicamente “formado”. Pera esta continuidad entre la formación y el ejercicio de la actuación terminó. La actuación ha dejado de ser la manifestación o aplicación de una técnica ya que, en el momento de actuar, es incierto lo que me pueden pedir que actúe. Los currículums de los actores de estos tiempos, con decenas de técnicas aprendidas inacabadamente, es la manifestación de una gran incertidumbre que se busca paliar con “preparación”.

En las actuales circunstancias la actuación se ha convertido en una invención que se constituye reuniendo y componiendo elementos dispersos en el cuerpo y en la circunstancia de exposición. Estos elementos son: algunos procedimientos y herramientas aprendidas de diferente procedencia , algunas características corporales propias, algunas tendencias histriónicas, y algunas indicaciones dadas en esa circunstancia. La eficacia o ineficacia de esta operación de invención, que en cada actor es “su” actuación, dependerá del grado de pertinencia que los elementos seleccionados y compuestos tengan con su propio cuerpo. Pero la configuración eficaz no es fácil: la actuación se va forjado a golpes de experiencia en los que cada actor va mostrando y viendo lo que le sale o, como comúnmente se dice: “pela”. Cada exposición maneja un nivel de icertidumbre, en el que los actores, desesperados por una eficacia incierta, se ven empujados a aferrarse a alguna configuración que "le funciona". Esa configuración se va cristalisando y convirtiendo en un "efecto" de actauciónen el que la puntualidad de la imagen y dinámica de su cuerpo puede quedar reducida, estereotipada o directamente desestimada.
Es una época en que si bien los cuerpos no cargan con las determinaciones técnicas y formales que los acotaban y, por ello, parecerían “libres” para desplegar su propia actuación, las circunstancias en las que esta actuación entra en juego, manejan una presión que no permite tiempos de exploración y procesos de configuración. Esto hace que poder pensar “la” actuación y la propia actuación sea actualmente indispensable. Pero el actor no tiene la referencia de “su” técnica para pensar las dificultades y virtudes que le presenta su actuación en el momento de exponerla. Este “pensar del actor y su cuerpo” será entonces, en estas circunstancias dispersas e inciertas, el trabajo de configurarse y potenciarse ficcional y singularmente partiendo del propio cuerpo. La actuación de cada actor debe poder pensarse desde lo que presenta como condiciones, posibilidades y potencias. El agotamiento del abordaje "técnico" debe ser reemplazado por un abordaje “clínico”. En él, cada cuerpo hará el recorrido particular con el que se configura, despliega, enriquece y perfecciona la “capacidad ficcional” de su actuación. Es un proceso en el que el histrionismo de ese cuerpo va mostrando la dirección que toma el trabajo de su actuación.
La actuación de los “cómicos”, que nos muestra la posibilidad de elaborar una actuación desde el cuerpo que actúa, es, a la vez, la que nos permite abordar una “enseñanza” de la actuación parados en las actuales circunstancias de su ejercicio. Esto no implica, garantiza ni pretende que todos los actores quieran o puedan ser “cómicos”. Introduciéndose en esta lógica, cada actor podrá ser todo lo “cómico” que quiera y, sobre todo, pueda. El núcleo pedagógico de esta experiencia, es lograr conocimiento directamente escénico de las organizaciones y potencias histriónico/ficcionales del propio cuerpo. Un actor debe lograr apropiarse de la peculiaridad visual, dinámica e imaginaria de su propio cuerpo como condición previa a cualquier cosa que valla luego a actuar. De esta manera abordará el fenómeno de su tarea sabiendo que este no se ajusta ni deviene de la simple comprensión de un personaje o las generalmente insuficientes pautas de un director.

Supongamos entonces, la existencia de un histrionismo convocable en los cuerpos. Generemos condiciones lúdicas y gozosas para que aparezca; estemos fuertes para estimarlo y afirmarlo; y seamos ambiciosos y exigentes en el trabajo de despliegue de su posibilidad ficcional.
Seamos lo más “cómicos” que podamos.

31.12.07

El actor "caja de herramientas"















Intercambio con Nicolás Martini, extraído de los comentarios de la entrada
"Parte 3. Cuerpos informados e invención". Las tres partes, y las que vendrán, se agrupan en la cuestión (etiqueta): "Problemáticas contemporáneas del actor y del director ".



Nicolás Martini dijo...
Me parece muy interesante la descripción del proceso en el que se dejó de seguir doctrinas específicas en pos de expandir la paleta del actor. Yo conocía al "actor informado" como un actor con una caja de herramientas. Es decir, siguiendo con la metáfora, que en lugar de ser únicamente destornillador o martillo el sujeto es más parecido a una de esas cortaplumas que tienen muchas utilidades. No sé sin embargo si esto es una tendencia general o escuela paralela. Me parece más complicado querer trazar un comportamiento generacional con respecto a la relación entre técnica y oficio. Hay -como los hubo y creo que habrá siempre- actores instintivos, sin formación ni información. Y los hay todavía que siguen -por decisión o negligencia- los pasos específicos de un sistema puntual. Coincido con vos que estos son los que más dificultades encuentran a la hora de trabajar. Ahora no sé si esas anteojeras que les crecen a medida que van automatizando una técnica, no tienen su par en aquellos que buscan la libertad creativa. Es decir, sin duda alguien que ha estudiado diversas técnicas y estéticas puede tener la misma parálisis a la hora de actuar, justamente por no saber elegir. Si el tiempo es limitado ¿cuánto más efectivo es conocer muchas técnicas que realmente dominar una? Estoy totalmente de acuerdo con que todo se redimensiona al momento de la práctica. Si la actualidad teatral no pide estéticas puntuales más allá de lo que se podría incluir en el laxo posmodernismo, entonces la búsqueda queda condicionada a la creación de una pieza bien hecha. Sin importar el medio. Ya sea mediante una técnica puntual o el compendio de muchas.Inevitablemente habría que tocar el tema ¿Qué es una pieza bien hecha? Pero sospecho que tendríamos menos problemas en contestarla.

alejandro catalán dijo...
Nicolás: me quedé pensando en lo del “actor informado” como un actor con caja de herramientas. La “entrada 4” va a desarrollar algo que quizás dialogue con esta idea. En principio, el actor informado no sería, de largada, un actor con herramientas; como lo que estos cuerpos ingresan son técnicas diversas o partes de ellas, lo que esos cuerpos tienen son operaciones compartimentadas y reunidas en diferentes lógicas por lo que más que “herramientas” son “máquinas” o “piezas de máquinas”. Esto implica que las operaciones no están libres y disponibles como herramientas sino que responden a un funcionamiento ligado a al artefacto del que proceden y en el uso que tal les da. Son cuerpos que en principio no tendrían ni destornillador, ni martillo, ni cortaplumas; tendrían barios funcionamientos de máquinas incorporadas. Que este cuerpo convierta las piezas de esas máquinas en herramientas individuales, con aplicaciones no predefinidas y combinaciones legitimadas por lo que pide una situación escénica puntual, es un acontecimiento actoral muy importante pero no garantizado en la “información”. Un “actor con herramientas” es el actor de un cuerpo que se ha podido inventar y luego pensar como funcionamiento propio y específico. Es decir un cuerpo tiene “herramientas” cuando puede configurar desde la puntualidad de su dinámica expresiva la puntualidad de la cuestión escénica que se le plantea. Un “actor informado” de los que se producen actualmente abordará todas las cuestiones escénicas que se le planteen con los escasos e impensados recursos que tiene la “invención” que su actuación logró ser. Creo que vos sugerís que un actor “formal” (que se forjó en una solos forma) puede tener las mismas anteojeras que un actor informado. Yo creo que es así, si bien son distintas anteojeras (unas son una forma cerrada y otra una invención cristalizada) comparten la dificultades para puntualizar y pensar su cuerpo y habitar puntualmente cada cuestión escénica. “El actor con una caja de herramientas” sería el mejor actor para este contexto pero es un acontecimiento superador del actor que, en principio, induce la dinámica de la que se parte.

30.11.07

Si él lo dice

Desde hace un tiempo manejo una hipótesis: algunos actores por una justa combinación de grandes cantidades de narcisismo, talento, capacidad de goce e inteligencia se colocan frente a la cámara o el público afirmando su imagen como el fenómeno más importante. Y no hablo de la evidente importancia que para cualquier actor tiene su imagen. Hablo de una imagen que se quiere y se sabe más importante que el personaje, la técnica, el texto, la ideología, la situación, el genero, la forma y el director. Una imagen en la que todas esas trascendencias son ingresadas como simples matices, variantes y orientaciones para el despliegue encantador que jugará su piel y su voz en un íntimo contacto con nuestros ojos y oídos. Contacto en el que sentimos como surge y se nos dedica el verdadero motor y organizador de esa actuación.
Solo algunos actores pueden asumir el poder que les permite prescindir o subordinar las legalidades que suelen autorizar a la actuación e instalarse en la pura sensualidad de ese contacto. Allí nos hacen gozar de creencia y nos manipulan. Nos manipulan con los cambios de su boca, de sus ojos, de sus dedos, con los tonos de su voz. ¿Qué mas importante que el presente y destino de esa boca, para nosotros que estamos adheridos a ella y la sabemos manejada por alguien que sabe y goza de su decisiva importancia?
Estamos hablando de actores que no encarnan a nadie, solo prestan otra posibilidad de su imagen. Mientras todos queremos ser buenos cristos ellos se asumen dioses. De hecho, estoy especulando sobre la lógica de los divos.


En una entrevista publicada este año en el número 116 de la revista “Roling Stone” se reedita un reportaje hecho en mayo del 76 a Marlon Brando. Rescato los siguientes pasajes.

“…Y la gente lo intuye, inconscientemente sabe que habías planeado ese discurso. Y saben, por ejemplo, que cuando te levantas para irte y caminás unos, digamos, cinco pasos hasta la puerta y después frenas [se levanta y frena en la puerta del baño, repentinamente desprolijo y cabizbajo], saben que te vas a dar vuelta y vas decir: "Por qué no le preguntás a Edith, y después lo vas a encontrar en la caja de zapatos", y que vas a salir por la puerta.
Desaparece en el baño. El voltaje teatral lega con un paso tan tranquilo que desarma todas tus defensas. Sale nueva­mente del baño. "¡Pero ellos ya te ganaron de mano con res­pecto a la escena! Así que eso no los mantiene por fuera del pochoclo. Uno siempre tiene que estar un paso delante del público o el público va a estar delante de vos."


Parece que Brando piensa en mantenernos adheridos a su imagen y que nada nos despegue. Habría buenas y malas manipulaciones del público. Miren lo que describe el periodista:

De repen­te su cara se contrajo y miró hacia otro lado. Dios mío, pensé, metí el dedo en la llaga. Estaba definitiva­mente disgustado. Sus labios tensos, sus ojos deshechos. Un sollozo se escuchó en su garganta y sus hombros temblaron. Por un momento me quedé paralizado. Lo miré. Abruptamente, su angustia se transformó en una sonrisa. "Simplemente hacés eso, ¿viste?

Parece que sí, incluso el periodista ya comienza a pensar en esta lógica.

La clave para sus emociones parece estar en su labio superior. Tiene un labio superior muy expresivo. Se levanta como desafiante, y baja cuando la ironía del mundo se pone seria.

Dejemos que lo diga Brando:

"Shakespeare dijo algo digno de mención. Uno no lo es­cucha muy seguido. Dijo: “No existe un arte que encuentre la construcción de la mente en la cara”, refiriéndose a que hay un arte de la poesía, la música, la danza, la arquitectura, la pintura, lo que sea. Pero encontrar las mentes de la gente por su cara, especialmente sus caras, es un arte, y no es re­conocido como tal."

Hipótesis confirmada.

23.10.07

Reino de la actuación
















Este es un intercambio con Romeo a propósito de los Solos. Lo transcribo de los comentarios de la entrada Fotos de los Solos.




Romeo dijo...
Salgo con un amigo de años, hace años que no salimos solos juntos: él vive en barcelona. Antes íbamos al cine o a dar vueltas tipo beatniks pero porteños.Me animo a llevarlo a los solos, es músico y muy rebelde.Fumamos en la puerta antes de entrar.Ni bien empieza ya le veo la sonrisa: esto es muy denso, me dice.Denso entre él y yo tiene una significación altamente positiva.Yo ya había visto los solos en mantis en una noche medio fatídica para mí, pero los había disfrutado.El otro día tuve la sensación de estar en el actors’ studio. Creo que pienso en eso porque estoy en el reino de la actuación: la indescriptible tarea del actor.Cuando veo los solos siento que estos son los actores que faltan en casi todas las obras que están en cartel en la ciudad. Y seguramente también la manera de dirigirlos: desde adentro del cuerpo.Miro y recuerdo lo que me pasó en mantis (salvo con lorena vega a quien conozco hace mucho): no puedo arriesgar casi datos reales de los actores. Es gay? Tiene entre 20 y 30 o entre 30 y 40? Es judío? Es argentino? Sabe francés de antes o lo aprendió para el solo? Está medio loca de verdad? Son descubrimientos de catalán o vienen de bartis, de otro lado? No puedo imaginar al actor. Y el actor está ahí, absolutamente enmascarado, agarrado de un texto que es absolutamente útil para eso y nada más, que no tiene valor literario o dramatúrgico. Y yo que soy tan observador, no puedo arriesgar nada.Son burros de carga, pienso. Cómo me gustan los actores que se lo toman como un oficio, un trabajo y nada de “inspiración”, nada de artista sagrado, inmolado. Veo personajes elaboradísimos, complejísimos, imaginadísimos. Ojalá no se pongan muy intelectuales, elevo una plegaria. Nunca. Veo personajes que podrían ser de chejov, carver, godard, favio, martel, pero están recortados: sin guión, ni escenografía, ni partenaire, ni fotografía, ni música incidental.Todo es medio imbancable en varios sentidos. Denso diría mi amigo. Solitario. Raro el lugar. Diría más cosas, me tienta la polémica. Pero para qué? Felicitacionesromeo
26 de septiembre de 2007 15:55

alejandro catalán dijo...
Romeo: el comentario (palabra fea) tiene un montón de apreciaciones y percepciones que señalan cosas de las que uno se alegra porque tienen que ver con lo que apostamos como valor de lo que hacemos.


“Denso”: en sus dos acepciones. Siendo un espectáculo de unipersonales de actores, hay que vencer un primer prejuicio que es la expectativa puramente cómica de lo que se espera de tal genero de cosas. Y lo cierto es que es una búsqueda explícita para nosotros el no tentarnos por la eficacia chistera a la que la cosa se puede volcar. La comicidad tiene que venir por el humor y no por la parodia. El humor ríe de estar creyendo. Segunda acepción: denso por la cantidad de acontecimientos/segundo que produce la superficie corporal de los actores. Otro objetivo: que la mirada quede adherida y ávida de esa microactualización permanente.


“Reino de la actuación”: si, la actuación se estima, se engalana, y decide en cada momento el rumbo de lo que sucede.


“Dirigir desde adentro del cuerpo”: vamos todavía!! ¡Si! El actor no está en el escenario el actor es el escenario.


“No puedo imaginar al actor”: ¡Dale campeón! Si el actor es el responsable de la ficción que segrega, a ese actor no le queda poro sin actuar. Lo que actúa es paradójicamente propio y ajeno. Lo que va creando le pide lo que necesita, lo lleva por donde no sabe ni podía imaginar previamente.


“Agarrado a un texto que es absolutamente útil para eso y nada más”: ¡Hermano! ¡Hermano! Hagamos una cosa no le digamos texto a eso que es simplemente lo que dice, tan importante como lo que se ve que le pasa cuando calla o habla y a veces mucho menos importante que el tono de la vos.


“Ojalá no se pongan muy intelectuales”: gracias.


“Veo personajes de …ni música incidental”: OK. Sin procedimientos ni acontecimientos trascendentes a la actuación. Sos un copado.Decí mas cosas. Gracias.
28 de septiembre de 2007 16:48

Romeo dijo...
Digo más cosas, me arriesgo a complacer a los actores (que es tan necesario como peligroso) y al director (danger, danger, danger). nada que ver con la polémica, al final. Los solos, en mi caldo, son descendencia espuria de “muestra marcos” y “museo soporte”, de pompeyo, hace ya mil años, de lo que se hacía en lambaré. No son lo mismo, no son un espectáculo, una obra de teatro. Son más un desfile o un casting que una performance o una instalación. No hay que caminar por el lugar tampoco. Pero son capaces como aquéllos, de expandir el perímetro del cuerpo e iluminar, sí, el resto del propio mundo. Apenas enmarcados, con vestuario porque es lo único imprescindible, con una luz, no más. Esto es: veo la piscina, los sobrinos con sus zapatillas y bolsos, la cocina con una heladera gigante que larga hielo picado, el baño con hidromasaje de “o tío”. Las calles grises y soleadas a la vez, de “odette”, como una anti-amelie. Los ojitos vidriosos de los norteñitos despreciados por el cura que terminó juntando de manera imposible la insoportable relación teatro-religión. Lorena vega directamente enciende la vhs y me veo de un tirón todos los capítulos como un sueño largamente acariciado de un ex adicto a las telenovelas. Veo todo: la escalera que baja al living y los decorados precarios de la empresa y la cocina de la mansión con los personajes pobres pero nobles. Puedo ver actores desesperados por actuar actuando, como esclavos expuestos en un mercado persa o romano, en una tarima mostrando que los dientes están sanos, para que se los lleven. Y la imagen me viene por la cantidad de tiempo presente, de cornisa mortal, de destino y de chuchería que presenta el oficio, por la desesperación vital del superviviente de que el agua no llegue al cuello. Porque no me doy cuenta si son náufragos abrazaditos al tronco o timoneles canchereando.Imposible no comprarse uno, dos, tres, y me los llevo a todos, si son divinos…(voy a volver a verlos, no necesito respuesta de esta entrada)saludos de romeo
30 de septiembre de 2007 19:57






17.10.07

Diálogo sobre el "espectador" en "dosminas"


Esta es la publicación, editada, de un diálogo producido en los “comentarios” del blog con Laura. El diálogo es sobre “dosminas” y da cuenta de la experiencia de un espectador y lo que la obra se propuso respecto de ellos. Mantengo el formato que tienen los “comentarios”. (Creo que los que llamaron “comentario” a eso que se podía hacer a partir de una lectura, se quedaron cortos).

laura dijo...
Yo fui a ver "dos minas" y "solos", y me quedó una inquitud. En los dos casos se generó en mi tensión. En dos minas, porque los personajes cambiaban su estar sin abandonarlos definitivamente(hablo desde mi subjetividad obviamente), era como si tuvieran un torbellino por dentro que en algún momento se concretaba en llanto o risa o en algo que me bajaba los hombros. En los solos se me produjo otro tipo de tensión, los personajes estaban al máximo casi permanentemente, y las fluctuaciones las notaba mas en el habla, en los volumenes de la voz o la textura que en el la totalidad del cuerpo.
14 de septiembre de 2007 15:17

laura dijo...
me olvidé de la inquietud, pero en reaidad creo que era un comentario.
14 de septiembre de 2007 15:18

alejandro catalán dijo...
Laura, la inquietud/comentario me da ganas de saber más respecto a esa tención ya que me resulta interesante que sea algo que señales como fenómeno de espectador
17 de septiembre de 2007 22:18

laura dijo...
Hola Alejandro, más abajo describí los fenómenos que creo tienen que ver con esa tensión de la que te hablé.

“Dos minas”:Una parida desesperante.

Se notaba que a las dos minas algo les pasaba. Sus voces (como prolongaciones de los cuerpos, pero cobrando autonomía), sus movimientos pausados, pesados y los cambios expresivos que producían con todo eso, hacían que ellas se convirtieran en seres posibles (por lo menos para mi). Sus expresiones fluctuaban con gran destreza rozando el límite, como un barco que maneja a la perfección las corrientes y los vientos. Esa insinuación permanente con el límite lograda por la acumulación, la contención y los escasos datos que aportaba el habla, a mi me generaba tensión.
Me imagino varios niveles, como un multipista en el que las pistas son independientes, coexisten, y terminan sonando al mismo tiempo. Digo esto, porque a lo antedicho sumo lo espacial. Veía los rostros y los torsos de ellas a la altura de mis ojos, como un primer plano, porque el resto del cuerpo estaba en perspectiva. No había chance de mirar hacia otro lado, era un cuadro renacentista, una obra de arte entarimada y al mismo tiempo un film, un recorte intencional que te direccionaba la mirada.
Además frenteaban permanentemente formando un triángulo en el que yo, por ej. u otro espectador, podría a ser un vértice y cada una de ellas los otros dos. Un triángulo desde el cual (A-yo) supone que a (B-una mina) le sucede alguna cosa que (C-otra mina) no sabe porque se guía quizá por el estímulo de la voz de (B). Entonces aparece (B) diciendo“contame, contame” encubriendo su mal estar, mientras (A) ve lo que (C) no ve, que es la expresión gestual de (B). Ser (A) es pufff, enseguida te pone en actividad y en plan detectivesco. Cuando alguna de las secuencias culminaba en llanto, risa o en el momento en el que una echa a la otra, de este lado se respiraba; era una comunión, las tres unidas en un punto.
La forma del relato también me generaba esa tensión/actividad debido a que se iba construyendo a cuentagotas, durante un tiempo mucho más lento que el que uno trae. Si fuera un partido de fútbol sería: un sonido que sale de la boca de una de ellas, grave, voluminoso, contra mil hipótesis pidiendo ser legitimadas saliendo desde el público. Es obvio que ganan ellas porque tienen un timón inteligente, y porque desde el público es inevitable tejer las mil hipótesis en busca de sentidos y desecharlas permanentemente cuando la obra es abierta y propone una narración desde la expresión, fuera de la lógica de una historia convencional.
Y si a los recorridos expresivos como relato, les sumamos la data dosificada y concentrada a través de lo verbal, la actividad de este lado continúa en ascenso. El mundo de ellas se abría repentinamente y cada tanto. Un mundo marginal, de una soledad tremenda. Y sumemos que era domingo por la noche.No me quiero ir por las ramas, más o menos es eso lo que pude reflexionar en cuanto a la sensación de tensión que me había quedado después y durante la obra. Con los solos fue diferente, también lo estoy escribiendo. Después te lo mando. La verdad, me interesa pensar bastante sobre las cosas que acontecen y me interesa tu propuesta. ¡Qué bueno que te interese saber! Cualquier duda/algo acerca de lo que escribí preguntame.
21 de septiembre de 2007 10:55

Laura: la descripción que hacés de la actividad que te propone la obra como espectador da cuenta muy bien de lo que buscamos configurar en el público. Esta configuración apela al espectador como percepción. Los convocamos y adherimos sensorialmente con acontecimientos visuales y sonoros que producen el acontecer subjetivo de las minas en una actualización permanente. Un video clip y la lógica del entretenimiento en general (tv, cine, teatro etc) hace lo mismo, pero no se hace cargo de la acumulación narrativa, hacen puro cambio y novedad (sucesión de impactos) sin generar mutación y proceso.
Ese triángulo que describís es para nosotros el dispositivo de intercambio de estímulos por excelencia. Cada actor actúa para “su” publico el trabajo de estar con el otro y consigo mismo. La voz de un actor y sus palabras le pertenecen tanto al que habla como al que las escucha. Lo que una actor le muestra al otro le ingresa a ese otro como un material modificante y propio. En cada actor hay un proceso de la obra. En cada actor se “ve” al otro como componente de lo que le sucede. El espectador es la percepción en la que eso se junta, organiza y administra como proceso dinámico y relato.
La tención de la que hablás es clarísima, es la tención subjetiva en ellas y en nosotros dada por el trabajo de equilibramiento que cada una intenta mantener frente a los desequilibrios que le produce la otra y cada una a sí misma. En la obra esto es incluso hipertrabajado por el nivel de susceptibilidad que el encuentro maneja.Está buenísimo eso de que en los momentos en que las dos pueden mostrarse plenamente lo que les pasa hay una distensión, incluso siendo un momento de gritos y llantos.
Lo que resaltás del espacio me interesa ya que habiendo partido en mi obra anterior de un espacio, mi intención fue dejar que esta vez el espacio vaya siendo configurado para potenciar la lógica narrativa de la actuación de la obra.

26.9.07

Parte 3. Cuerpos informados e invención.

(Comenzar la lectura desde Parte 1)


Alguien que hoy comienza a estudiar actuación, dispone de un repertorio de posibilidades formativas que comprenden todas las formas canónicas del siglo XX, todas las técnicas rescatadas y reafirmadas de la historia del arte actoral y todas las modalidades desarrolladas por artistas teatrales contemporáneos. El currículum de los actores contemporáneos es una lista sorprendente de cursos y seminarios con las técnicas y los maestros más disímiles. Esta abundante variedad de experiencias pedagógicas es actualmente lo que parece definir una “buena formación”. Pero por lo que dijimos antes, en relación a lo que era la “formación” de un “intérprete”, esta “buena formación” no sería ni buena, ni formación. En términos actuales sería una “buena cantidad de información”. A diferencia de la “formación”, en la que el aprendizaje de una forma dotaba al cuerpo de una lógica de funcionamiento escénico específico que el actor o director luego aplicaba, la “información” no conduce por si sola a la organización práctica del cuerpo que la acumula. Si las operaciones actorales que ingresan a un cuerpo ya no provienen de una única lógica que previamente las vincula y coordina, ese cuerpo será, en principio, un compendio de operaciones con lógicas dispersas e inconexas. Todas las operaciones que esos cuerpos van recolectando no implican ni conducen necesariamente a una configuración del ejercicio de su práctica ya que la acumulación de información no incluye la operación que selecciona los recursos que configura la actuación de ese cuerpo. Dicho de otro modo: que la “información” de un cuerpo se configure en su actuación o su dirección es un paso que no está contenido en la acumulación de informaciones. Esto equivale a decir que un actor podría no salir nunca de esta feria informativa y perfeccionante ilimitada; en este contexto, un estudiante de actuación podría nunca ser actor, podría estudiar ilimitadamente, ya que su actuación no deviene de las informaciones que acumula, y su autorización como actor, no está presente en la dinámica de este contexto de “información” con una autoridad que sancione tal inicio. Incluso el alumno de un conservatorio sabe que terminar de cursar no es necesariamente saber o poder actuar. De hecho, un cuerpo que ya ha atravesado alguna institución, innumerables cursos y seminarios de toda índole puede no haber organizado su actuación y un cuerpo que no ha hacho ninguna experiencia pedagógica puede haberlo logrado, incluso con eficacia, en alguna oportunidad que fue demandado actoralmente.

Si la actuación no llega como lógica previa y proceso de aprendizaje y autorización de una forma o institución:

¿Cómo llega?

¿Cómo es que esa “información” se convierte en actuación o dirección?


Evidentemente, en la actualidad, la actuación depende de una conquista que ese cuerpo logra hacer por y para sí mismo. Actuar o dirigir es un acontecimiento de ese cuerpo en el que tiene más peso la decisión y la afirmación de recursos apropiados, que el bagaje de toda la información acumulada. El acontecimiento actoral de ese cuerpo será el encuentro de una dinámica propia que seleccione y componga sur recursos e informaciones. Esa dinámica propia que selecciona y compone las informaciones dispersas y heterogéneas que va incorporando su cuerpo será, ni más ni menos, la actuación que ese cuerpo ha inventado para sí mismo.

Actuar dependerá entonces de una invención.

Esta invención aparece cuando ese cuerpo afirma lo que tiene, puede y “le sale” como propio y suficiente.

Actuar depende de un movimiento subjetivo que hace que un aspirante deje “la” actuación y comience a afirmar “su” actuación.

Actuar o dirigir en este medio parecen depender de lo que estos actores y directores puedan configurar para sí mismo entre la diseminación informativa. Esa configuración propia, será en este contexto diseminado y desorientado, la invención de una manera de actuar o dirigir.


Esto nos podría llevar a pensar que hay tantas maneras de actuar y dirigir como individuos que se dedican a esto. Pero no es así. La ausencia de dogmas formales implican el nacimiento de una nueva problemática: la indeterminación respecto a la configuración de la propia práctica. Esta indeterminación podría ser apresuradamente festejada como una época con ausencia de coerciones y proliferación de las singularidades. Pero no parece ser así de simple: si la donación de discurso que daba la forma tenía el problema de dogmatizar, dicotomizar y estereotipar la práctica, esta ausencia actual de discurso trae otros malestares y límites tan fuertes como los anteriores en los que la singularidad sigue siendo algo excepcional y no un atributo directamente atribuible a la subjetividad teatral contemporánea. Las “invenciones” de la propia actuación o dirección no son necesariamente eficaces y mucho menos singulares ya que se configuran en un medio escénico cuya dinámica impone presiones, maneras y eficacias.


¿Cómo se configura esta “invención”? ¿Cómo se vincula el cuerpo y el medio teatral para ello?(Continuará en Parte 4)

13.9.07

Parte 2. De la formación a la información.

(Comenzar la lectura desde Parte 1)



Comencemos desalojando la concepción con la que espontáneamente se aborda al actor: “intérprete”. Este abordaje espontáneo heredero de los discursos teatrales del s. XX es el supuesto fundamental que nos enfrenta con un desacople entre lo que esperamos que halla y lo que hay. Nuestro medio escénico ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años y la visión interpretativa hace que en esta mutación general sobrevivan palabras, conceptos, expectativas e ideales, que ya no rigen y son un obstáculo para pensar y habitar las nuevas circunstancia.
Este punto de partida implica por igual al actor y al director. Si el cuerpo se ha descolocado de su función interpretativa la dirección también queda trastocada. El qué hacer con ese cuerpo es un problema que se juega fundamentalmente en este vínculo por ser el que habita la situación de creación escénica y por ende el que se las debe ver en vivo y directo con los beneficios y obstáculos prácticos que trae este cambio.


Abordemos la cuestión desde un síntoma contemporáneo muy común: un estudiante de actuación, en el momento que pasa de un contexto de formación a participar de una obra que lo requiere como actor, descubre que el encuentro entre lo que difusamente aprendió, y lo que un director le pide que haga, le produce, para bien o para mal, un gran desconcierto práctico y subjetivo. Las palabras que escucha, las propuestas que le hacen, los resultados que se parecen buscar, los valores de eficacia que se manejan, las diversas modalidades de actuación de sus colegas, nada parece ajustarse a lo que aprendió. Luego de varias experiencias este actor comprobará que tales circunstancias son las habituales, que entre su cuerpo y el director hay lazos difusos y conflictivos y que en contadas excepciones esa brecha irá encontrando comprensiones y apuestas comunes. Pero centrémonos ahora en el síntoma de partida ya que este desacople que se produce entre la formación y la práctica artística ya podremos apreciar una problemática que el antiguo “intérprete” no tenía.

De hecho la palabra “formación” le pertenece a la lógica interpretativa. La “formación” de un intérprete era el trabajo que forjaba al cuerpo de un actor para ser apto y eficaz en la participación de una “forma escénica” específica. La“forma” es el fundamento práctico que se desarrolla desde fines del siglo XIX hasta fines del siglo XX. Su discurso estructura y da unidad al gesto escénico mediante una lógica que lo totaliza. La “forma” define, regla, secuencia, prioriza, coordina, vincula y valora todo lo que participa de la actividad escénica para la creación de una obra. En este contexto, el intérprete era un actor “formado”, configurado en coherencia lógica con la “forma” que lo requería. Cada “forma” dotaba al gesto actoral de las potencias escénicas que esa lógica le adjudicaba posibles y la manera en que debía vincularse con los otros elementos de la actividad escénica. Esa lógica preestructuraba el despliegue del gesto actoral al punto que muchas “formas”, como sabemos, produjeron una técnica de actuación y una pedagogía. Los ejemplos formales del siglo XX son más o menos los nombres de todos los directores que conocemos: Stanislavsky, Meyerhld, Grotowski, etc.; de hecho, la “forma” nace con el “Director” como responsable de la creación escénica.

En aquel lapso histórico, el pasaje que hace el “intérprete” de la “formación” al ejercicio del arte actoral, como así también el encuentro entre el actor y el director no tiene los desacoples actuales. El actor y el director hablan un mismo idioma, y manejan los mismos supuestos. El actor como integrante de su compañía encuentra en él una mirada que demarca, orienta y evalúa con claridad. Ambos tienen en la “forma” que los estructura como intérprete y director la ley que terceriza el vínculo reglando su funcionamiento para la creación teatral.

Por lo que dijimos antes, las características del el encuentro actual entre un actor y un director evidencian la ausencia de una “forma” como referencia práctica y vincular. De hecho ya la “formación” de un actor o director no tiene las características a las que aludía esa denominación. La actual “formación” es decididamente contraria a la lógica formal: no tiene unidad, es ecléctica. Este eclecticismo es el efecto de lo que puede ir recolectando un estudiante por estudios privados o de lo que le será brindado por una institución tipo “conservatorio”. En ellas, cada año vendrá un profesor “con su librito”; algunos profesarán alguna técnica específica heredada del siglo pasado, otros encarnarán el eclecticismo mismo en lo que enseñan y algunos tendrán una modalidad que parte de una hipótesis contemporánea; como sea al cavo de unos años el cuerpo de ese alumno y futuro actor o director tendrá un compendio de técnicas y modalidades que guarda inacabadas e inconexas. No será un cuerpo con una “formación”, será un cuerpo con “información”.

Este “cuerpo informado”, en las antípodas de la lógica formal e interpretativa, tendrá un saber variado y fragmentado que no responde a una referencia específica de organización ni aplicación. Para ellos la actuación o la dirección no es de una o algún número de maneras codificadas; para los cuerpos de la “información” la actuación es, en principio, un acontecimiento indeterminado y potencial ya que lo que aprendieron no tiene vinculaciones ni continuidad en su ejercicio de la instancia artística.

Esta nueva característica en el aprendizaje de la actividad actoral no es una deficiencia: tiene su correspondencia con el medio en el que se desarrolla, ya que los cuerpos no serán requeridos para que apliquen una forma determinada. Los cuerpos de la “información” no son cuerpos “mal preparados”; todo lo contrario, el medio que los produce y los requiere es una continuidad en la experiencia del eclecticismo práctico ahora reinante. Este pasaje de la “formación” a la “información” no es algo que denote una decadencia o una cuestión a solucionar, más bien da cuenta de una mutación más general del medio teatral en el que la “forma” y su “intérprete”, por razones que tendremos que ver, han caído como lógica práctica y han sido relevados por otra dinámica que estos nuevos cuerpos quizás nos puedan ayudar a ver.

Preguntarnos entonces, por la actual consistencia práctica de la actuación tiene una importancia capital. En el reinado de la forma, estas preguntas no tenían razón de ser, pero actualmente, los comos y porques del ejercicio de esta práctica no tiene un discurso al que remitirse ya que como dijimos actuar o dirigir ya no es un efecto de la “formación” o de la ruptura con su formación. Actuar y dirigir en este medio escénico es partir de una gran cantidad de “in-formación” sin un discurso que la componga. ¿Cómo se convierte la información en actuación o dirección?
(Sigue en Parte 3)

Parte 1. Introducción

En el momento que directores y actores del medio escénico actual ejercemos nuestra práctica se nos presentan diversas problemáticas prácticas, subjetivas y vinculares. Quizás estas problemáticas, además de tener la puntualidad que impone la obra que se está creando y la gente que la está haciendo, estén, además, vinculadas con la dinámica del medio escénico que nos toca habitar.

Pero, ¿cual es la dinámica de nuestro medio? o, preguntado desde nuestro interés práctico ¿cuales son las condiciones o presiones que este medio dispone como contexto de nuestro hacer?

Suponiendo que esto pueda encontrar algunas respuestas o especulaciones, ¿que utilidad tiene?

En principio, el poder identificar que actualmente muchas cuestiones vinculadas a la consistencia o inconsistencia práctica, subjetiva o vincular son simples datos de partida, puede habilitarnos a ciertas estrategias y complicidades que despeje y potencie la apuesta creativa. Luego, el percibir esas condiciones en los procedimientos vigentes nos permitiría ver cuanto de nuestro despliegue como actores y directores es un efecto del medio y cuanto un trazo propio.

Pero esto que nos preguntamos no parece ser algo en lo que abunde material para abordarlo.
Podemos notar que una de las características de nuestro medio teatral es que no emergen discursos sobre la práctica desde los artistas. Si el género discursivo del teatro moderno era el "manifiesto" el de nuestro teatro pareciera ser el “reportaje". En éste último, su función publicitaria impone condiciones de brevedad e impacto que limitan el despliegue propio de la reflexión práctica. Estas circunstancias hacen que los discursos que podemos tomar como herramientas de reflexión de nuestro ejercicio de la actuación y la dirección sean del mencionado teatro moderno (época en la que la práctica y la teorización eran consustanciales) o actuales pero colocados desde una posición externa a las problemáticas concretas que se presentan en la creación escénica (teoría teatral, crítica teatral, periodismo). En estas alternativas quedan sin abordaje la mayoría de las cuestiones que aparecen en nuestros ensayos.

¿Es posible actualmente pensar la práctica escénica contemporánea desde la práctica misma?

Quizás lo sea en la medida que las problemáticas de ensayo adquieran un estatuto artístico y se las estime como cuestiones en las que se juega y revela algo de la práctica escénica contemporánea.

¿Por donde empezamos?

Empecemos abordando las problemáticas prácticas del cuerpo de los actores. Dejemos que ellos vayan segregando y configurando la dinámica del medio en el que se inscriben desde el funcionamiento que vemos que adquieren. Los cuerpos de los actores saben muchas cosas que la teoría teatral ni sospecha. Esto es así al punto que el cuerpo como consensuada condición esencial del fenómeno teatral está nula o escasamente pensado. Es sintomática la ausencia de una reflexión que componga al cuerpo dentro del medio escénico contemporáneo. Quizás, entonces, partiendo de los cuerpos, podamos percibir otras cosas o ciertas cosas de otra manera.
(Sigue en Parte 2)

21.7.07

Fan de Cassavetes

Versión completa del artículo publicado en la sección “fan” del suplemento “Radar” del diario “Página 12” 






Soy un fan de Cassavetes. Debe ser un prejuicio intelectual el que me impidió hasta hoy decirme esto; porque si un fanatismo se manifiesta claramente en la posibilidad de afirmar que su ídolo, líder o profeta es el mejor: yo creo que Cassavetes es el mejor. El mejor. No tiene igual. Hay muchos directores de cine singulares pero Cassavetes tiene una singularidad tan radical que hasta me hace ver el rasgo común que comparte todo el resto del cine. No me importa que les parezca exagerado. Si quieren consideren esto como el discurso exaltado y desafiante de un fanático que se está descubriendo a sí mismo, pero traten de escucharlo: mi prejuicio intelectual me empujó durante mucho tiempo a disfrazar este fanatismo con razones positivas, y quizás algo de lo que me impuse pensar entonces, nos sea de alguna utilidad para la apreciación del cine en general y del director en cuestión.
Aclaremos en principio que el fanatismo que ahora se irradia hacia su filmografía completa y al endiosamiento de su identidad como artista, se produce desde un núcleo de películas en el que encontramos más afirmado y depurado su excepcional procedimiento cinematográfico. Esas películas son “Rostros” “Maridos” y “Torrentes de Amor”. Aquí tomaremos para algunos ejemplos a la primera.
El inicio de “Rostros” produce un extraño desconcierto que podemos experimentar también en las otras películas mencionadas: la textura de la imagen tiene una extraña crudeza. Digo crudeza, no porque haya crueldad en las imágenes: me estoy refiriendo a la textura y no al tema. Digo crudeza porque dispuestos frente a la pantalla, lo que comienza a tomar contacto con nuestra visión y audición pareciera proponernos una relación que para nombrar su especificidad podríamos llamar “táctil”. Nuestros ojos y oídos parecen tocar la imagen fílmica.
Pero esto no es todo, otro desconcierto va a surgir: lo que nuestros ojos y oídos van “tocando” no se acomoda a nuestras expectativas narrativas. ¿Qué está pasando?, nos preguntamos, porque, al comenzar, la pantalla parece abrirse como una tranquera por la que sale la estampida de gestos y palabras de unos seres imprecisos. “¿Como se es espectador de esto?, ¡tengo los sentidos adheridos a algo que no termino de entender y que no parece interesado en explicarse!” Calma, algo se va a acomodar. La incertidumbre (que puede ser entendida como un tremendo interés) no dura mucho; rápidamente la voluntad de entender cae desbordada y dejamos que esa textura y su manera de desplegarse nos toque y nos lleve; que nos convierta en sus viajeros pertinentes. Ya así iniciados, aquella estampida abrumadora es, simplemente, lo que estamos presenciando que le sucede a esos seres, y eso que les sucede, ya nos habrá implicado con esa atracción y poder de afectación que tiene las cosas que nos sorprenden, y sin que lo hayamos decidido, nos tiene de testigos. El espectador que se dispuso frente a la pantalla ya se ha reconfigurado.
En los primeros minutos de Rostros tenemos una secuencia paradigmática. Dos hombres y una mujer (John Marley, Fred Draper y Gena Rowlands) salen de un bar, suben a un auto, andan a los tumbos y llegan a una casa. Cuando ese trío borracho y divertido pase la puerta, nuestros ojos verán una hipermerquinética y continua sucesión de conductas tontas, infantiles e inconexas, mientras nuestros oídos escuchan un palabrerío permanente que potencia el caos con risas, cantos y gritos. Nuestros sentidos estarán adheridos a algo que no terminamos de entender y que no parece interesado en explicarse. Pero cuando uno de esos hombres se detenga, muestre una incómoda seriedad y plantee que se quiere ir, nosotros confirmaremos algo fundamental: en ese caos estaba sucediendo lo que nos parecía que sucedía; efectivamente, había allí un sutil proceso de competencia entre los hombres, potenciado por una espontánea afinidad creciente entre uno de ellos y la mujer. A partir de la inflexión subjetiva y dinámica de ese hombre, aceptamos que lo que la película cuenta acontece en el orden de lo que percibimos. A partir de allí comenzamos a estimar lo que percibimos como claro y suficiente. A eso alude Cassavetes cuando habla de un espectador “adulto”. A esta manera de configurarnos se debe la potencia y diferencia fundamental que nos brinda la experiencia de su cine: la percepción es la productora y destinataria del relato cinematográfico. Para ello el contacto “táctil” no será negociado por nada que lo intermedie ofreciendo organización y sentido; no habrá estructuraciones argumentales, valores intelectuales, o ideologías; tampoco será atemperado por estilizaciones fotográficas; ni, en el otro extremo, abusado por provocaciones y efectismos de cualquier tipo. La consistencia ficcional de “Rostros” no depende de procedimientos cinematográficos que delaten, exhiban o disocien recursos del guión, fotografía, música o ideas de dirección. Es como si el cine se hubiera olvidado de sí mismo y saliera a filmar sin ninguna de sus presiones narrativas, técnicas, estilísticas y económicas, al punto de ni siquiera alardear con su simpleza, realidad, rusticidad, bajo presupuesto, marginalidad, documentalismo, experimentación, localismo y otros valores “artísticos”que suelen sustituir con manierismos a la potencia dramática.
Pero, ¿qué es lo que hace el cine de Cassavetes para prescindir de todo eso? ¿Qué cuenta? ¿Como cuenta? ¿Como trabaja desde la percepción nuestra percepción?
La cámara se mete y se adhiere sobre unos seres. Esos seres tienen un trabajo muy difícil: convivir con ellos mismos y con los otros. La cámara muestra ese doble trabajo. Vemos la estrategia que desarrolla cada uno para compatibilizar ambos. Los actores producen y la cámara registra los acontecimientos permanentes con los que se ajusta y desajusta la subjetividad propia, y acompasa y descompasa el contacto vincular. Esos acontecimientos, a veces mínimos y ligados al mantenimiento del equilibrio en el cambio, y otros enormes que adquieren la importancia de una crisis y entrada en una mutación subjetiva son los que producen la acción dramática de sus films. Porque para Cassavetes los acontecimientos subjetivos pueden no ser un dato o una necesidad argumental, o una sugerencia seguida de elipsis; en su cine el acontecer subjetivo es la fuente misma de las dinámicas con las que conduce nuestra percepción. Su cámara va al ritmo de la dinámica que manifiesta el acontecer subjetivo de los cuerpos, su cámara baila con su encuadre y posición la danza gestual, parlante y kinética en la que se configura el recorrido afectivo que los actores están ficcionalizando. En “Rostros” como su nombre parece indicar, el primer plano es el recurso fundamental. Este rasgo, que es un rasgo de todas sus películas, nos señala claramente la fuente del acontecer narrativo. Los rostros de los actores tienen en sus ojos y en sus bocas, que son siempre mucho más que órganos parlantes, los generadores de la ficción del trabajo subjetivo que decíamos antes. Ese trabajo tiene, por la relación que establece los rostros y la cámara, una velocidad y abundancia de acontecimientos, comparable a la filmación editada y posproducida de una batalla espacial. El primer plano no es el acento o el señalamiento del acontecimiento subjetivo que x situación produce, en “Rostros”el primer plano está registrando el lugar desde donde la película está surgiendo.
Cassavetes es actor, sabe hacer actuar y sabe lo que la actuación puede contar. Ese “área” en la que los directores deben conjurar el caos y su desconocimiento restringiendo su despliegue con fórmulas, géneros, parodia, realismos desafectados, no actores, guiones estrictos o “profesionalismo”, es para Cassavetes, justamente, la condición de creación. Esa es la cualidad que hace singular y radicalmente diferente al cine de Cassavetes: el vínculo creador de sus películas es la cámara y el actor. Esto, que es algo con lo que se coquetea mucho pero que muy rara vez se afirma con plenitud, es, quizás, lo más difícil que existe para el cine. Él lo hizo. La “buena nueva” sería entonces que eso es algo que se puede hacer. Ahora sus películas son una invitación abierta para todos aquellos que acepten el desafío de afirmar la potencia creadora de ese vínculo.
Ahora entiendo: no soy un fanático, soy un apóstol. Si me vieran el rostro...

Marzo 2006