10.5.21

¿Qué quiero actuar?

  

 

¿Qué quiero actuar?



Esta pregunta suena esencial, pero no solemos habitar situaciones en la que pueda ser hecha y respondida. Mas que un “qué”, los actores estamos siempre urgidos por encontrar un “dónde” y un “cuándo”.
 

Esa oportunidad aparece con condiciones que preceden a nuestro cuerpo (personaje, texto, argumento, tema, ideología, idea de actuación del director) e imponen a nuestra actuación la tarea de desentrañar el “cómo”.  Un “cómo” siempre presionado por su eficacia ya que de él depende la posibilidad de gustar en el mercado laboral  y volver a conseguir “dónde” y “cuándo”.


En las situaciones formativas o de entrenamiento tampoco solemos encontrar el espacio para descubrir qué quiere nuestro cuerpo. Los  profesores transmitimos  una actuación cuyos  modos, por más libertarios que se declaren, terminan unificando una conducta corporal. No se suele partir del propio cuerpo sino del cuerpo al qué hay que llegar.


Lo cierto es que la repuesta a la pregunta “qué quiero actuar”, sólo emerge en una actuación que conecta nuestro cuerpo con su deseo. Para ello necesitamos generar un contexto vincular reunido con ese propósito para que lo que junte las actuaciones sea un verdadero permiso de nuestros cuerpos.


La pandemia forzó un parate en el que esta pregunta puede tener lugar. Quizás sea la única pregunta que pueda tener sentido corporal. Incluso en épocas de mucha actividad suele ser la pregunta que permite parar para reacompasar el cuerpo al deseo.


¿Tengo unos seres que me suelen invadir el cuerpo en una actuación secreta o en la intimidad de unos amigos? ¿Tengo un registro que mi cuerpo siente ganas de darse? ¿Conozco un cuerpo del que quiero aprender a llevar el mío? ¿Reconozco en el vínculo con alguien una sensación que me da ganas de trasladar a mi actuación? ¿Hay en mi cuerpo un pudor, temor, inseguridad, que quiero tramitar?


La respuesta a la pregunta “qué quiero actuar” será una  hipótesis tentativa que se dan unos actores que se indagan,  más que unos alumnos que delegan. A partir de allí iremos percibiendo por donde se expresa ese deseo en un contexto en el  que  los otros cuerpos y miradas quieren lo mismo.


Nuestra función allí será la de una mirada clínica que coordina un grupo de actores que quieren ser cómplices de un despliegue que va a descansar de la eficacia del trabajo y la corrección del aprendizaje para que sus cuerpos conecten con la experiencia expresiva que los junta. 

 

 

Coucheo y actuacion viva

 

 
Estoy coucheando actores y no actores para castings y personajes. Comencé a hacerlo convocado por algunas situaciones esporádicas hasta que las circunstancias de la pandemia me llevaron a asumirlo como trabajo y clarificar cuál estaba siendo mi aporte.
 
Todos los actores tenemos una eficacia. La fuimos forjando a golpes de prueba y error en situaciones de exposición en las que vamos reconociendo decisiones de imagen y operaciones corporales con mala o buena respuesta. Así, un poco por lo que ofrecemos y un poco por lo que nos pide el mercado, esa eficacia se va convirtiendo en nuestra actuación. 
 
Actores y demás rubros debemos resolver nuestro trabajo sin corrernos excesivamente de ella; porque cuestionar y reconfigurar esa eficacia, implicaría el riesgo de una respuesta negativa y una crisis expresiva que no encontraría las condiciones afectivas, temporales y artísticas que podrían acompañar ese proceso. 
 
Esta limitación nos hace desarrollar un autocentramiento necesario para habitar las circunstancias que compartimos con directores y colegas que también deben priorizar su eficacia, a la vez que nos genera una cristalización actoral producto de no contar con vínculos que nos permitan entregarnos al encuentro expresivo y la reconfiguración que eso habilita.
 
Por eso cuando un actor viene para un coucheo, se abre la posibilidad de intervenir esta dinámica y brindarle una mirada que lo abra a la dimensión vincular de la actuación convocándolo al contacto.
 
¿Que sería esto?
 
Sabemos que la mejor actuación es la que está viva. Una actuación viva, al contrario de la eficaz, es una que le está enseñando a vivir una sensación nueva al cuerpo de la persona que actúa. 
 
Esa sensación sólo surge convocada por un vínculo que privilegia el deseo de sentirse juntos y genera las condiciones de encuentro que permiten el proceso transformador que eso implica.
 
Es en pos de eso que a ese actor que habita la presión de la eficacia profesional le ofrezco una mirada dispuesta a convocar la sensación que su cuerpo puede comenzar a transitar para dejarse ver. A partir de ella se nos hacen perceptibles las operaciones por donde se escapa y aísla, y, fundamentalmente, comprender el beneficio que su actuación tiene para ofrecerle al vinculo con su cuerpo y el de los otros.
 
Ese casting, ese personaje por el que nos citamos, es la excusa para desplegar un sentido personal en su actuación, que además redunde en la posibilidad de ofrecer una actuación viva.