12.11.20

ZOOM


Hay un sentimiento propio del zoom. Porque en esta circunstancia nadie se siente obligado ni mucho menos responsable de tener que tomar clases de actuación. No querer hacerlo suena más lógico que querer hacerlo de manera virtual.
Pero su irracionalidad es justamente lo que atraviesa estas clases en una desembozada explicación del deseo.

 
Esto es lo que se siente en el zoom.

 
Y no es que no se pudiera sentir antes. Pero la clase presencial permite la escena de tener que ir a estudiar con tal, o tener que formarse, y complica que el actor conecte con el deseo y haga la experiencia de convocar al cuerpo que desconoce su eficacia. Acá el deseo está encendido desde el vamos y dispuesto a exprimir la virtualidad. 


Esta cofradía absurda del zoom cuyo deseo espiritualiza el sentido de la experiencia actoral, va tener mucho para contarle a la presencialidad.


Saludos

21.5.20

Preguntas concretas que abren procesos


 

¿Qué registro tengo de lo que le sucede a mi cuerpo cuando actúo?

¿Cuál es su automatismo para bien y para mal?

¿Cuál es la concreta diferencia o continuidad de postura y juicio de mi cuerpo, entre la manera en que lo llevo en la vida social y la vida ficcional?

¿Cuáles son las zonas de mi cuerpo que están ausentadas o sobrexpuestas en la vida social y se resisten a componerse cómodamente en la actuación?

¿Cuánto más calmo, blando, abierto y suelto percibo que necesito estar?

¿Cuáles son las conductas que tienen eficacia en mi vida social e ingresan como obstáculos en la ficcional?

¿Cuáles son las sensaciones que le retaceo a mi cuerpo en vida social que también se resisten en la vida ficcional?

¿Qué sensaciones por las que circulo cómodamente en mi vida social no logro ingresar en la ficcional?

¿Cuánto del conocimiento corporal que habilita el amor logro ingresar y ofrecer en mi actuación?

¿Entiendo la mutua expansión que es ser efecto de lo que percibo que necesita la actuación del otro?

¿Conozco y actúo con cuerpos más libres que orientan mi proceso?

¿Está teniendo diálogo mi vida y mi actuación?

¿Es claro lo que se cuestiona la una a la otra y lo que se agradecen?

¿Tiene relación mi manera de actuar con la manera en que registro que se vive en esta época?

¿Logra ser mi actuación una manera de vivirme mejor junto a otros?

 

 

 

Guasón



Joaquin Phoenix es una actor extraordinario, es mejor actor que lo que la película le permite. Porque Guasón le pide que esté impactante, le pide que en tomas cortas y morbosas acierte con la dimensión humana de situaciones sin desarrollo e incluso inverosímiles, con el que el guión avanza también impactando. Eso es muy difícil de actaur, pero impone límites a la actaución en su propia verosimilitud; porque al rato ya estoy viendo una actuación hecha agente de efectuación de un guión que cada vez la pone mas a su servicio y al final le hace bajar línea. Phoenix y De Niro actuando una situación evidentemente forzada me hace pensar que por más reconocimiento y excelencia que tengas, sos un empleado o socio de la industria que termina actuando cosas sin honestidad intelectual.
Lo que me dejó Guasón es una sensación fea: un actor aceptó ponerle muy heroicamente el cuerpo a algo que está hecho de manera especulativa y efectista. La apuesta al impacto es aquí tan alta y la coartada tan demagógica, que si no adherimos con la euforia correspondiente, parece que corremos el riesgo de sentirnos sobre exigentes, petulantes y quedarnos solos respecto del mundo que premia y da trabajo. La película deja un vacío tan grande que cuesta no asumirlo como una decisión afirmativa; pero no, es lo que deja una película pretenciosa sin encuentros verdaderos y profundos entre actores. Película y actuación están hechas con la dinámica del mundo que denuncian. Su recepción y éxito también.

 

 

La actuación es un vínculo

 
 
Actuar es un vinculo. Pero como en la vida,  son excepcionales los  que habilitan un profundidad transformadora. Esos son los que queremos para  nuestra relaciones amorosas. La actuación, puede  tener vínculos con esa misma dimensión. 

Pero esta no parece una opción posible  en una época en la que la única referencia del ejercicio de nuestro arte es la que ofrece el mercado laboral.  Eso explica que una obra hecha  por actores desconocidos con una recaudación modesta,  maneje los mismos procedimientos, modos de exposición, presiones y espectativas que la obra más mediática  y comercial. Las condiciones  que principalmente nos reúnen y organizan, con o sin fama y dinero,  son las de producción y eficacia. Esto hace que nos resulte admisible 
actuar sin priorizar la profundidad del contacto vincular. La exacerbación de la palabra y el lucimiento de ideas, delatan un vínculo generado desde el aislamiento de la eficacia personal y el miedo al aburrimiento propio de  la industria del entretenimiento.
 
El arte de actuar no es una moral que condena el uso profecional de la actuación, sino una práctica que necesita pensar cómo evitar los obstáculos propios de su época. El mercado laboral nos enloquece a todos haciéndonos  creer que es la única, exclusiva y razonable posibilidad del ejercicio de nuestra actuación.  Sabiendo esto, luego nos queda pensar de qué manera nos brindamos una vinculación en la que nuestro cuerpo pueda vivir  una experiencia que no sufra la presión del éxito.

En su mas profunda dimensión vincular, actuar es ayudar a actuar. Ayudar a actuar es expandir al cuerpo que el otro tiene atrapado en su eficacia. Lo ayudamos dejando que nuestro cuerpo genere la actuación  que lo convoca. Ambos nos damos permiso habilitando el permiso del otro. El director allí es la mirada que habilita a que esa honestidad transformadora se haga ficción.  Esto en la vida se llama amor; la actuación puede tener  esa misma dimensión.
 
La intimidad que hace posible todo esto es la que abrimos al pubublico. La abrimos porque compartiendo con nuestra comunidad el juego que libera nuestro cuerpo, festejamos la alegría de vivir. Los actores podemos ser anfitriones del disfrute de la libertad.