30.11.21

Hay una actuación

 

 

 

Actuar puede permitirnos compartir un cuerpo más propio que el que nos hemos podido dar en la vida social y en una actuación que necesita gustar. Desde él podemos percibir el personaje con el que transamos para tener eficacia social y actoral.

Hay una actuación del actuar bien en el aislamiento del actuar bien de cada uno, y una actuación del desearse y transformarse para estar juntos.

La imposibilidad de pensar y cuestionar  el productivismo en nuestro cuerpo y reuniones, nos impide humanizar la experiencia aunque tengamos ideologías libertarias, situaciones de exclusión, concepciones espirituales y hagamos obras que hablan de ello.


La sensación de que no hay mundo por fuera del productivismo es el que nos hace admisibles todas las adaptaciones, reducciones, violencias, asimetrías, cholulismos, verticalismos, desestimaciones, competencias, jerarquizaciones, apuros. etc

Hay una actuación que no necesita condiciones de producción y se reúne por deseo y genera su proceso desde la inteligencia afectiva.

Hay una actuación que se despliega entre cuerpos que sueltan temores, juicios, presiones, jerarquías; entre cuerpos que se aceptan, se conocen,se particularizan y se quieren.

Más que una actor que cuenta con una actuación o un rasgo social, podemos ser cuerpos disponibles para que nos surja la actuación que nos suelta y junta.

La ficción puede constituirse con el material que genera ayudarnos a darnos un cuerpo libre.


Más que de cómo actuar se trata de cómo vivir.

 

 

 

10.5.21

¿Qué quiero actuar?

  

 

¿Qué quiero actuar?



Esta pregunta suena esencial, pero no solemos habitar situaciones en la que pueda ser hecha y respondida. Mas que un “qué”, los actores estamos siempre urgidos por encontrar un “dónde” y un “cuándo”.
 

Esa oportunidad aparece con condiciones que preceden a nuestro cuerpo (personaje, texto, argumento, tema, ideología, idea de actuación del director) e imponen a nuestra actuación la tarea de desentrañar el “cómo”.  Un “cómo” siempre presionado por su eficacia ya que de él depende la posibilidad de gustar en el mercado laboral  y volver a conseguir “dónde” y “cuándo”.


En las situaciones formativas o de entrenamiento tampoco solemos encontrar el espacio para descubrir qué quiere nuestro cuerpo. Los  profesores transmitimos  una actuación cuyos  modos, por más libertarios que se declaren, terminan unificando una conducta corporal. No se suele partir del propio cuerpo sino del cuerpo al qué hay que llegar.


Lo cierto es que la repuesta a la pregunta “qué quiero actuar”, sólo emerge en una actuación que conecta nuestro cuerpo con su deseo. Para ello necesitamos generar un contexto vincular reunido con ese propósito para que lo que junte las actuaciones sea un verdadero permiso de nuestros cuerpos.


La pandemia forzó un parate en el que esta pregunta puede tener lugar. Quizás sea la única pregunta que pueda tener sentido corporal. Incluso en épocas de mucha actividad suele ser la pregunta que permite parar para reacompasar el cuerpo al deseo.


¿Tengo unos seres que me suelen invadir el cuerpo en una actuación secreta o en la intimidad de unos amigos? ¿Tengo un registro que mi cuerpo siente ganas de darse? ¿Conozco un cuerpo del que quiero aprender a llevar el mío? ¿Reconozco en el vínculo con alguien una sensación que me da ganas de trasladar a mi actuación? ¿Hay en mi cuerpo un pudor, temor, inseguridad, que quiero tramitar?


La respuesta a la pregunta “qué quiero actuar” será una  hipótesis tentativa que se dan unos actores que se indagan,  más que unos alumnos que delegan. A partir de allí iremos percibiendo por donde se expresa ese deseo en un contexto en el  que  los otros cuerpos y miradas quieren lo mismo.


Nuestra función allí será la de una mirada clínica que coordina un grupo de actores que quieren ser cómplices de un despliegue que va a descansar de la eficacia del trabajo y la corrección del aprendizaje para que sus cuerpos conecten con la experiencia expresiva que los junta. 

 

 

Coucheo y actuacion viva

 

 
Estoy coucheando actores y no actores para castings y personajes. Comencé a hacerlo convocado por algunas situaciones esporádicas hasta que las circunstancias de la pandemia me llevaron a asumirlo como trabajo y clarificar cuál estaba siendo mi aporte.
 
Todos los actores tenemos una eficacia. La fuimos forjando a golpes de prueba y error en situaciones de exposición en las que vamos reconociendo decisiones de imagen y operaciones corporales con mala o buena respuesta. Así, un poco por lo que ofrecemos y un poco por lo que nos pide el mercado, esa eficacia se va convirtiendo en nuestra actuación. 
 
Actores y demás rubros debemos resolver nuestro trabajo sin corrernos excesivamente de ella; porque cuestionar y reconfigurar esa eficacia, implicaría el riesgo de una respuesta negativa y una crisis expresiva que no encontraría las condiciones afectivas, temporales y artísticas que podrían acompañar ese proceso. 
 
Esta limitación nos hace desarrollar un autocentramiento necesario para habitar las circunstancias que compartimos con directores y colegas que también deben priorizar su eficacia, a la vez que nos genera una cristalización actoral producto de no contar con vínculos que nos permitan entregarnos al encuentro expresivo y la reconfiguración que eso habilita.
 
Por eso cuando un actor viene para un coucheo, se abre la posibilidad de intervenir esta dinámica y brindarle una mirada que lo abra a la dimensión vincular de la actuación convocándolo al contacto.
 
¿Que sería esto?
 
Sabemos que la mejor actuación es la que está viva. Una actuación viva, al contrario de la eficaz, es una que le está enseñando a vivir una sensación nueva al cuerpo de la persona que actúa. 
 
Esa sensación sólo surge convocada por un vínculo que privilegia el deseo de sentirse juntos y genera las condiciones de encuentro que permiten el proceso transformador que eso implica.
 
Es en pos de eso que a ese actor que habita la presión de la eficacia profesional le ofrezco una mirada dispuesta a convocar la sensación que su cuerpo puede comenzar a transitar para dejarse ver. A partir de ella se nos hacen perceptibles las operaciones por donde se escapa y aísla, y, fundamentalmente, comprender el beneficio que su actuación tiene para ofrecerle al vinculo con su cuerpo y el de los otros.
 
Ese casting, ese personaje por el que nos citamos, es la excusa para desplegar un sentido personal en su actuación, que además redunde en la posibilidad de ofrecer una actuación viva.
 
 
 
                       


30.3.21

Exiliados pero juntos

 

 
Sigo en el zoom. Contento. Extraño y necesito la presencialidad por cuestiones obvias, pero no puedo negar que la experiencia de este exilio está teniendo para mi un sentido revelador.
 
La virtualidad fue una modificación de las condiciones encuentro que me impuso el desafío de reconquistar el cuerpo y el vínculo con los que trabajaba. Esa reconquista terminó siendo una re configuración: algo que ya era importante pasó al centro: sentirnos juntos. Suena cursi pero no hay otro acontecimiento tan a contrapelo de nuestro mundo.
 
Fue conmovedor y revelador comprobar que la posibilidad de esa percepción se imponía a lo que a priori era una limitación. En contexto de zoom, el sentirnos juntos adquiría un carácter milagroso, una dimensión muy potente de la capacidad de humanización de la actuación.
El zoom habilitaba el desafío de que el otro surja de una decidida estimación mutua. La imagen virtual podía nutrirnos de las sensaciones que generan la realidad del contacto expresivo. Todas las cosas que sabíamos nos aparecían ahora en una dimensión mucho más profunda que la que traíamos de la presencialidad.
 
Quizás habíamos entrado en este exilio suponiendo que actuar podía ser otra cosa más importante que sentirnos juntos.
 
Desde siempre nos dicen que el público o la mirada, o la cámara completan la experiencia. Pero quizás ese concepto hoy no ayude tanto. Quizás el público o lo que oficie de mirada no nos está juntando. Está demasiado cargado de lo que nos muestra su número, su opinión, su aval o su rechazo.
 
¿Podemos estar juntos si la eficacia es la preocupación principal? ¿Estábamos pudiendo entregarnos a la actuación del otro como fuente tan o más importante que la nuestra?¿Qué medida del estar juntos estamos dispuestos a querer si ella puede cuestionar la medida que admite manejar el mundo de la eficacia con y sin pandemia?

Yo noté ese deficit en mis clases. Y no es que en mi trabajo el otro fuera superfluo, pero vivirlo como condición de existencia virtual, produjo una profundización tan cualitativa y beneficiosa que cuando este exilio termine, tendré que defenderla de los apremios aisladores que van a volver con el mundo presencial.
 
Estar juntos como fundamento de la experiencia actoral es generar otro mundo en lo presencial o virtual. Es el milagroso triunfo del goce. Descansar de querer ser actores que quieren gustar y disfrutar de la actuación que aparece en los vínculos.
 
 
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