27.2.25

EL ARTE DE LOS ACTORES

 

 

Nuestro arte es vincular. Es entre nosotros. Ese es su fundamento. Allí está el sentido artístico y existencial de su experiencia: un encuentro cuya dimensión unifica ficción y vida.

Lo hacemos hace una cantidad de años difícil de fijar pero es anterior al Teatro. Siempre tuvimos una manera propia de compartirnos. Una manera en la que el vínculo entre nuestros cuerpos es el que crea la humanidad que nos junta, particulariza y transforma. La historia de nuestro arte se constituye con acontecimientos colectivos que en cada época encuentran la manera de unirse por fuera del teatro y la dinámica social de la época. La actuación siempre actúa la sensibilidad que no se está pudiendo vivir; antes que su tema o su anécdota, nuestro arte es la creación de un modo libre y singular de unión.


Nos desplegamos estimando al cuerpo del otro como fuente del despliegue del propio en un vínculo que hace de la escucha nuestra fuente generativa.

La escucha nos sumerge en el flujo del contacto perceptivo. Allí la sensación es la realidad de nuestra ficción y, fieles a ella, jugamos orientados por un principio de honestidad en el que lo cierto depende de dignarse a ser el efecto corporal de lo que recibimos. No hay nada que proponer, premeditar o inventar: lo que pasa es lo que hace lo que nos sucede.

Decididos a ese intento, la carne se invade de la manera en la que se vive el otro. En cada cuerpo se superpone la sensación con la que ingresa el otro.  El otro es el resultado corporal que ha forjado la historia de otras experiencias. En esa transfusión, percibimos cada uno el modo en el que nos vivimos, y, a la vez,  sensaciones que ignoramos o no nos permitimos. En el cuerpo del otro hay experiencias desconocidas que se habilitan para jugarlas en el propio. En el otro está el permiso de que sea juego lo que ha sido imposible en nuestra vida. En el otro vemos estimado lo que no sabíamos que teníamos para dar. Así, juntos, somos personas que están ampliando el rango de su experiencia vital y desplegando una expresión actoral intransferible y nueva. El encuentro actoral es un relanzamiento de la propia vida.
 

Ante esa apertura, directores o maestros de nuestro arte somos también actores cuya mirada acompaña el intento de honestidad perceptiva. Intervenimos ayudando a  identificar el cuerpo con el que estamos pudiendo abrirnos a la escucha, y el automatismo personal por el que nos escapamos. Miramos implicados del mismo modo que los que actúan, ya que necesitamos escuchar en nuestro propio cuerpo las sensaciones que queremos hacer persceptibles en los actores que acompañamos. No hay lugar de saber o verdad, los actores y/o alumnos pueden ser los que nos señalen una vivencia que resistimos o una sensibilidad que nos hemos habilitado.

En el arte actoral ser maestro, director o actor es ayudarnos a percibir a la vez la manera en la que ya estamos actuando y la manera en que podemos empezar a vivir. Es decir: percibir cómo vivimos social y actoralmente nuestro cuerpo dentro del límite del comportamiento que organiza la persona que se nos impone, y escuchar la manera en que un vínculo nos expande hacia una vivencia corporal nueva. Así, actuando y acompañando, nos transformamos aprendiendo lo que la persona que somos desconoce.

Crear actuación es avanzar juntos en los límites de nuestra persona permitiéndonos que nuestra expresión surja y nos una donde se expande. Allí nace una reconfiguración vital que habilita sin propuesta, intención ni finalidad el modo de segregar una ficción que es nuestro propio proceso de transformación.

Desde la creación actoral, una clase, un ensayo, un rodaje, una función y cualquier plan por fuera de ello, es un grupo de personas/actores que nos ofrendamos las condiciones, acuerdos y sensaciones más beneficiosas que conozcamos y deseemos para habilitar lo que solo puede nacer entre nosotros.
Es la caída del interés, la presión de gustar, el apuro y los valores que organizan al mundo convirtiendo a nuestro cuerpo en una unidad recortable, entrenable, premiable y solitaria.  Es el acotado triunfo de la inteligencia afectiva, del amor. Es una reunión entre amigos que puede albergar sucesos en todo el arco que va de la alegría a la angustia, de lo peor a lo mejor de nosotros. Es querer estar juntos para siempre y terminar cuando sea cierto. Es que seamos los anfitriones del íntimo festejo de nuestra transformación. Es la actuación del arte de los actores orientada en el disfrute de la vida.