1- Los procesos largos entran en cuestiones que produce
el contraste de su temporalidad con el mundo de temporalidades más breves en el
que se inscribe. Una de esas cuestiones es la duda que nace cada vez que se
decide continuar. Es una duda que nos hace temer por nuestra salud mental, por
una posible incapacidad de terminar, por un aferramiento sintomático. Ahora que
decidimos terminar, que queremos terminar, que necesitamos terminar, me alegra
comprobar que esta capacidad también fue generada por el proceso. Podíamos
terminar, cuando quisiéramos terminar íbamos a terminar con la misma convicción
que decidíamos seguir.
2- Hay una contradicción interesante entre su vigencia y
su sentido artístico. De hecho la obra sigue teniendo eficacia y público. La
gente nos dice cosas muy hermosas y queda afectada, en las funciones que sale
bien, de la manera que nos parece que tiene que suceder. Pero el sentido
artístico terminó.
3- El impulso que revitalizó este tramo final es el mismo
que decide cerrarlo. Esta revitalización fue el ingreso de la actuación a
cuestiones desde las que la obra no fue hecha. El cierre es la verificación de
que la obra tal como fue hecha presenta obstáculos inmodificables para lo que
queremos actuar ahora. Amar nos permitió cambiar nuestra actuación de manera
cualitativa pero el despliegue de esa cualidad ya pide desplegarse generando su
propia obra.
4- Para este último reestreno había escrito lo siguiente:
“Ya hace unas semanas que estamos haciendo nuevamente AMAR.
En estos años ya nos despedimos y retornamos muchas veces así que en esta
oportunidad solo hablamos de ganas y punto. Hacer esta obra luego de tanto
tiempo y especialmente en este retome, tan alejado de la secuencia de finales
del lapso anterior, nos está permitiendo encararla de una manera muy extraña.
Es como si estuviéramos en condiciones de cuestionar mucho lo que antes
necesitábamos, como si la obra fuera el contorno del límite de nuestra
afirmación anterior. Se hace muy presente todo el tiempo el diálogo entre lo
que actuábamos y lo que somos hoy capaces de actuar. Amar se hizo desde la
actuación y ahora la actuación le dice que necesita menos de ella, que tiene
mucho más para resolver allí que lo que antes podíamos imaginar. Es realmente
extraño. Algunos colegas que vinieron, coincidieron en que es una especie de
versión salvaje, más 6 actores que una obra. Lo veo así. Creo que se hizo
lenguaje lo descarnado del hacer por puras ganas”.
5- El cambio fundamental entre la manera en que fue hecha
AMAR y lo que ahora la desaloja es el paso del “maniobrar” al “estar”. El hilo
de sentido en el que acumula el proceso de funciones de la obra es el de ir
abandonando habilidad, apuro, diálogo, y crecer en presencia y contacto. La
obra y otras experiencias paralelas a su proceso nos permitieron siempre
reabordarla con un aplomo mayor que nos permitió, cada vez, verle a la obra lo
que nuestra inseguridad anterior necesitaba para poder actuar y dirigir.
6- Volver a
actuarla siempre fue necesariamente cuestionarla. Pero en el último lapso ya la
tratamos como una obra que hicieron otros. El último reemplazo había sido una
afortunada posibilidad de que todos nos reemplacemos a nosotros mismos. Ya en
esta última secuencia de funciones era directamente una prueba excitante que
consistió en dejar que la actuación se lleve la obra para donde la actuación
descubre que se puede ir.
7- Los reemplazos fueron experiencias extenuantes. No tan
enormes como las ganas de seguir. Pero, por la manera en que fue hecha la obra,
cada reemplazo fue una reconfiguración general. Comprobar que cada cuerpo que
se iba en vez de un personaje dejaba un trazo era una muy concreta manera de
padecer la manera en que quisimos trabajar. A la vez, el ingreso de un trazo
nuevo y ser nuevamente fieles a ello, fue una ampliación del registro expresivo
de todos que jamás hubiéramos buscado pero que terminamos agradeciendo. Cada
actor con su trazo dejó algo que extrañamos para siempre. Los trazos nuevos
llevaron la obra a un punto impensable para la composición anterior.
8- La obra terminó
volviendo al estudio, lugar en el que fue creada, y haciendo función los lunes.
Ya no queríamos sala, no queríamos ningún tipo de apremio. Queríamos tener una buena previa, un tiempo
de pasaje a la actuación como el que identificamos que nos permitía la dinámica
de los viajes. Eso hizo que el famoso calentamiento, se convirtiera en un
momento tan importante como la función misma: el momento en el que preparamos
la prueba, eso para lo que la obra ya era excusa. La actuación se preparaba
para no hacer “la obra”, para no meterse
adentro de algo. Llegar al hacer por puras ganas, fue rediseñar el dispositivo
del hacer y su sentido, disfrutando los efectos que eso generó en la actuación.
Terminar la obra es ser fiel a lo que nos mostró esa actuación como sentido más
importante que la obra.
9- El desafío que se abre es
partir de otro aplomo, otro grado de afirmación y autonomía: estando; que el
festejo de la actuación impida la obra como recipiente y la constituya como
experiencia netamente presencial y loca.
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