Estoy coucheando actores y no actores para castings y personajes. Comencé a hacerlo convocado por algunas situaciones esporádicas hasta que las circunstancias de la pandemia me llevaron a asumirlo como trabajo y clarificar cuál estaba siendo mi aporte.
Todos los actores tenemos una eficacia. La fuimos forjando a golpes de prueba y error en situaciones de exposición en las que vamos reconociendo decisiones de imagen y operaciones corporales con mala o buena respuesta. Así, un poco por lo que ofrecemos y un poco por lo que nos pide el mercado, esa eficacia se va convirtiendo en nuestra actuación.
Actores y demás rubros debemos resolver nuestro trabajo sin corrernos excesivamente de ella; porque cuestionar y reconfigurar esa eficacia, implicaría el riesgo de una respuesta negativa y una crisis expresiva que no encontraría las condiciones afectivas, temporales y artísticas que podrían acompañar ese proceso.
Esta limitación nos hace desarrollar un autocentramiento necesario para habitar las circunstancias que compartimos con directores y colegas que también deben priorizar su eficacia, a la vez que nos genera una cristalización actoral producto de no contar con vínculos que nos permitan entregarnos al encuentro expresivo y la reconfiguración que eso habilita.
Por eso cuando un actor viene para un coucheo, se abre la posibilidad de intervenir esta dinámica y brindarle una mirada que lo abra a la dimensión vincular de la actuación convocándolo al contacto.
¿Que sería esto?
Sabemos que la mejor actuación es la que está viva. Una actuación viva, al contrario de la eficaz, es una que le está enseñando a vivir una sensación nueva al cuerpo de la persona que actúa.
Esa sensación sólo surge convocada por un vínculo que privilegia el deseo de sentirse juntos y genera las condiciones de encuentro que permiten el proceso transformador que eso implica.
Es en pos de eso que a ese actor que habita la presión de la eficacia profesional le ofrezco una mirada dispuesta a convocar la sensación que su cuerpo puede comenzar a transitar para dejarse ver. A partir de ella se nos hacen perceptibles las operaciones por donde se escapa y aísla, y, fundamentalmente, comprender el beneficio que su actuación tiene para ofrecerle al vinculo con su cuerpo y el de los otros.
Ese casting, ese personaje por el que nos citamos, es la excusa para desplegar un sentido personal en su actuación, que además redunde en la posibilidad de ofrecer una actuación viva.
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