4.7.16

Che n°4


Che, en Buenos Aires hay actores extraordinarios. Y lo extraordinario de nuestros actores no hay que buscarlo en sus dotes interpretativas y su técnica. El actor de Buenos Aires no es un actor con una formación clara y acabada. Nosotros somos actores atrevidos. El permiso que manejamos excede la autorización escénica que suele tener la virtud interpretativa. Hay una irreverencia en el aporte expresivo y una estimación de nuestro lugar, que es la afortunada herencia que nos llega de la posición creadora con la que la actuación reconfiguró nuestro teatro. De hecho, en Bs As hay una gran cantidad de actores que han creado obras que no existían. Es decir actores que en vez de juntarse a hacer una lectura, se juntaron a mirarse sin intermediaciones para ver qué surgía del encuentro de sus cuerpos. Estos actores, enseñan, dirigen, o siguen actuando y mostrando un nivel de permiso que invita a los nuevos actores a autorizarse de la misma manera. Sobre esa condición práctica y subjetiva se desarrolla y explica el proceso de nuestro teatro. Que no se corte. Está difícil. Vamos las bandas

No se puede hacer más lento



El juego se llama “no se puede hacer más lento” y es mi estilo de tarea. 
“No se puede hacer más lento”, o, quizás, se pueda hacer más lento, por qué no. Siempre prometo poner lo mejor de mi técnica en mi juego y todo lo mejor de mi corazón en los públicos.
“No se puede hacer más lento”, o, quizás, se pueda hacer más lento, por qué no: es el elegante desafío al implacable lente de la televisión y a mí mismo como artista.



Editado de algunos shows de René Lavan.

14.1.16

Terminó AMAR



 

1-    Los procesos largos entran en cuestiones que produce el contraste de su temporalidad con el mundo de temporalidades más breves en el que se inscribe. Una de esas cuestiones es la duda que nace cada vez que se decide continuar. Es una duda que nos hace temer por nuestra salud mental, por una posible incapacidad de terminar, por un aferramiento sintomático. Ahora que decidimos terminar, que queremos terminar, que necesitamos terminar, me alegra comprobar que esta capacidad también fue generada por el proceso. Podíamos terminar, cuando quisiéramos terminar íbamos a terminar con la misma convicción que decidíamos seguir.  


2-    Hay una contradicción interesante entre su vigencia y su sentido artístico. De hecho la obra sigue teniendo eficacia y público. La gente nos dice cosas muy hermosas y queda afectada, en las funciones que sale bien, de la manera que nos parece que tiene que suceder. Pero el sentido artístico terminó. 


3-    El impulso que revitalizó este tramo final es el mismo que decide cerrarlo. Esta revitalización fue el ingreso de la actuación a cuestiones desde las que la obra no fue hecha. El cierre es la verificación de que la obra tal como fue hecha presenta obstáculos inmodificables para lo que queremos actuar ahora. Amar nos permitió cambiar nuestra actuación de manera cualitativa pero el despliegue de esa cualidad ya pide desplegarse generando su propia obra.


4-    Para este último reestreno había escrito lo siguiente: “Ya hace unas semanas que estamos haciendo nuevamente AMAR. En estos años ya nos despedimos y retornamos muchas veces así que en esta oportunidad solo hablamos de ganas y punto. Hacer esta obra luego de tanto tiempo y especialmente en este retome, tan alejado de la secuencia de finales del lapso anterior, nos está permitiendo encararla de una manera muy extraña. Es como si estuviéramos en condiciones de cuestionar mucho lo que antes necesitábamos, como si la obra fuera el contorno del límite de nuestra afirmación anterior. Se hace muy presente todo el tiempo el diálogo entre lo que actuábamos y lo que somos hoy capaces de actuar. Amar se hizo desde la actuación y ahora la actuación le dice que necesita menos de ella, que tiene mucho más para resolver allí que lo que antes podíamos imaginar. Es realmente extraño. Algunos colegas que vinieron, coincidieron en que es una especie de versión salvaje, más 6 actores que una obra. Lo veo así. Creo que se hizo lenguaje lo descarnado del hacer por puras ganas”.


5-    El cambio fundamental entre la manera en que fue hecha AMAR y lo que ahora la desaloja es el paso del “maniobrar” al “estar”. El hilo de sentido en el que acumula el proceso de funciones de la obra es el de ir abandonando habilidad, apuro, diálogo, y crecer en presencia y contacto. La obra y otras experiencias paralelas a su proceso nos permitieron siempre reabordarla con un aplomo mayor que nos permitió, cada vez, verle a la obra lo que nuestra inseguridad anterior necesitaba para poder actuar y dirigir.


6-     Volver a actuarla siempre fue necesariamente cuestionarla. Pero en el último lapso ya la tratamos como una obra que hicieron otros. El último reemplazo había sido una afortunada posibilidad de que todos nos reemplacemos a nosotros mismos. Ya en esta última secuencia de funciones era directamente una prueba excitante que consistió en dejar que la actuación se lleve la obra para donde la actuación descubre que se puede ir. 


7-    Los reemplazos fueron experiencias extenuantes. No tan enormes como las ganas de seguir. Pero, por la manera en que fue hecha la obra, cada reemplazo fue una reconfiguración general. Comprobar que cada cuerpo que se iba en vez de un personaje dejaba un trazo era una muy concreta manera de padecer la manera en que quisimos trabajar. A la vez, el ingreso de un trazo nuevo y ser nuevamente fieles a ello, fue una ampliación del registro expresivo de todos que jamás hubiéramos buscado pero que terminamos agradeciendo. Cada actor con su trazo dejó algo que extrañamos para siempre. Los trazos nuevos llevaron la obra a un punto impensable para la composición anterior.


8-    La obra terminó volviendo al estudio, lugar en el que fue creada, y haciendo función los lunes. Ya no queríamos sala, no queríamos ningún tipo de apremio.  Queríamos tener una buena previa, un tiempo de pasaje a la actuación como el que identificamos que nos permitía la dinámica de los viajes. Eso hizo que el famoso calentamiento, se convirtiera en un momento tan importante como la función misma: el momento en el que preparamos la prueba, eso para lo que la obra ya era excusa. La actuación se preparaba para no hacer “la obra”,  para no meterse adentro de algo. Llegar al hacer por puras ganas, fue rediseñar el dispositivo del hacer y su sentido, disfrutando los efectos que eso generó en la actuación. Terminar la obra es ser fiel a lo que nos mostró esa actuación como sentido más importante que la obra.

 9-  El desafío que se abre es partir de otro aplomo, otro grado de afirmación y autonomía: estando; que el festejo de la actuación impida la obra como recipiente y la constituya como experiencia netamente presencial y loca.