Con esta vuelta de los solos sucede algo que si bien es sabido aparece más acentuado. Sería esto: siempre festejamos y remarcamos la aparición de solos nuevos (que por cierto se agregan unos buenísimos) pero en esta vuelta es muy sorprendente la renovación de los solos ya existentes. Quizás el tamaño que adquiere la sorpresa tenga que ver con cierto temor del que partió esta vez el trabajo, ya que "los años", que son excusa de promoción mediática, también son peso histórico para sus protagonistas. Pero como podría no haber sorpresa alguna, y la hay, la vuelta me dio alegría, cosas para pensar y deseo compartir ambas cosas.
El “mantenimiento” de los solos o el “boxes”, como solemos llamarlo, es algo habitual. Allí se plantean revisaciones de cosas que están raras en pos de estímulos, pautas y comprensiones nuevas que lo viavilicen, cambien o revivifiquen. Cada una de estas intervenciones, que pueden ser incluso una charla anterior o posterior a hacerlo, van generando mutaciones en la dinámica del solo. Pero el parate de una temporada a otra da la posibilidad de intervenir más radicalmente. Allí juegan dos cosas: por un lado hay que reestimular el contacto con el material. Si no hay una variante expresiva desde la que reabordar su actuación, el solo queda planteado como una recuperación memorística, un compendio secuenciado de todas sus eficacias comprobadas. En consecuencia se ausenta el margen de incertidumbre en el que trabaja la decisión y la apuesta actoral que en actualidad descubre y produce la fluidez del proceso de hacerlo. A algunos les gusta surfear a otros nos gusta actuar. Ambos gozamos con la fluidez, con el ir vislumbrando en el caos puntos que unidos desde nosotros se hacen camino y caminante. La magia de ver que alguien avanza sobre el agua con su tabla es parecida a ver que alguien avance sobre la realidad con su ficción. Hay que renovar el oleaje.
Por otro lado, el actor que actúa el solo, habiendo adquirido la habilidad que pedía la instancia anterior, está en condiciones de emprender nuevos desafíos operacionales. Si el solo le permite ponerse a prueba de nuevo, el solo es algo que, en este aspecto, tiene sentido hacer. En esta vuelta se nos hizo muy claro el desafío que cada solo “viejo” tiene por delante. Está nueva frecuencia expresiva y operacional que se les plantea tiene como condición de posibilidad que los actores estén más fuertes y deseantes en el contacto con el público. La profundización de un solo y de cualquier actuación en general consiste en sacar todo eso que indecididamente aparece como automatismo de eficacia, síntoma de inseguridad, o, en suma, como manera indecidida de soportar el contacto con la mirada. Eso solo se saca proponiendo otra manera de jugar (otra imagen para ese cuerpo) que para hacerla posible deba apelar a operaciones en cuyo despliegue se descubra ofreciéndose de otra manera y desalojando a la manera de jugar que tenía hasta el momento. Los cambios de vestuario de algunos solos dan cuenta y acompañan un cambio más amplio en la manera en que ese cuerpo se está pudiendo vincular con su piel y la mirada.
Ya es conocida la idea de que algo tiene sentido subjetivo cuando permite cambiar. Es muy claro terminar una obra porque el desafío que se vislumbra como continuidad de mi proceso actoral no puede ser desplegado en ella. Lo que comienzo a tener ganas de hacer actuable para mí, necesita generar otra dinámica, otra obra. Y eso es algo que no siempre es posible. En este sentido “los solos” son muy generosos. Nos han permitido cambiar mucho en estos años y seguir sintiendo nervios e incertidumbre. Salir a actuar el solo es algo que objetivamente se ve osado y es muy ponderado: un actor que despliega lo suyo sin tener de donde agarrarse que no sea pegarse en los ojos y los oídos del público. Lo que nosotros sabemos es que lo que ese actor tiene de subjetivamente osado, es algo que si bien no se sabe, se persive y disfruta en energía y ficcionalidad: ese actor, allí en la tarima, está descubriendo posibilidades, está volviendo a compartir decisiones, en suma: se está cambiando. Un abrazo para los que pasaron, los que llegaron y los que estábamos. Vamos de nuevo.